En el Teatro Châtelet
Paco Ibáñez vuelve a París para cantar 40 años después
Es valenciano, vasco, catalán, andaluz, magrebí, se siente desde luego francés y bastante gallego; es Paco Ibáñez, 40 años después de sus históricos conciertos del Olympia y la Sorbona, en vísperas de actuar de nuevo en París.
Es valenciano, vasco, catalán, andaluz, magrebí, se siente desde luego francés y bastante gallego; es Paco Ibáñez, 40 años después de sus históricos conciertos del Olympia y la Sorbona, en vísperas de actuar de nuevo en París.
EFE - Paco Ibáñez piensa ofrecer, en el Teatro Châtelet, su última antología poética y "un abanico de sus vivencias", ilustrado con sus muchas nacionalidades, pues aspira a ser todas ellas en su concierto, explica el día antes del evento.
El recital de mañana promete ser excepcional, con el aforo casi totalmente vendido, para escuchar esos poemas hispanos escritos entre el siglo XIII y el XXI, y mucho más, pues "la voz de Paco abre a todos una puerta misteriosa y secreta" hacía la libertad, subrayan en la página web del teatro.
Él adelanta que lo abrirá con una canción fundamental, de Tomás de Iriarte, que es un poco "aviso a navegantes", un poco como decir "que lo que hago lo hago con este fondo filosófico y con este fondo sentimental".
Para que el público se lleve a su casa unas canciones "llenas de vida" y haga luego "lo que quiera con ellas", como, enumera, "tener la vista alerta, con ganas de vivir, de querer, de amar, de disfrutar y de gozar".
Junto al castellano, el recital incorporará "las lenguas de sus vivencias", compuestas sobre poemas de Ronsard, Salvador Espriu, Cesare Pavese, Pier Pascal o Celso Ferreiro, precisan en su entorno.
Aunque canta todo el tiempo, desde que se levanta hasta que se acuesta, con frecuencia por toda Francia, donde viaja una o dos veces al mes, hacía una década que no actuaba en París y quería hacerlo en el Châtelet, subraya sentado en el café "La Liberté", del barrio de Montparnasse.
Allí habla de política, por supuesto, y deplora la peligrosa colonización angloamericana perceptible, por ejemplo, en el "venenoso 'ok'", metido ya "en nuestra sangre"; o lamenta ese Premio Nobel de la Paz que recibe también EEUU a través de un "maniatado" presidente Barack Obama, obligado a servir los intereses de un país "que es una máquina de hacer guerras".
Celebra, en cambio, Paco Ibáñez, el necesario trabajo del juez español Baltasar Garzón contra "la amnesia"; y "la entereza" del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, que "no tiene la sociedad que se merece".
Habla además de sus canciones, eternas, como el mar, y comenta que con el tiempo les saca "más jugo que antes", pues a fuerza de "machacarlas y machacarlas, cantándolas y cantándolas, se han ido colocando en el lugar donde querían" y en el fondo ahora le guían a él, según afirma.
Las "Coplas a la muerte de su padre", de Jorge Manrique, por ejemplo, "tienen una gran potencia, porque abarca todos los demás sentimientos que puedes transmitir, y tendrán la misma vigencia ahora que dentro de cien años", recuerda.
"Mi deseo es que cada canción que haga tenga esa potencia, que sea universal en el tiempo", como el mar, que es el mar y lo será siempre, explica, independientemente de cómo pueda vivirlo cada cuál, según su estado de ánimo, sus vivencias, su estado filosófico.
Porque "todo cambia, pero lo que no cambia es el valor de la canción en sí", que es "como un poste en el tiempo y en la sensibilidad", resalta.
El cantante quiere dejar claro que "no colecciona coincidencias ni acontecimientos", y que es puro azar el 40 aniversario de aquellos inolvidables recitales, que emocionaron a la España antifranquista a miles de kilómetros, y se convirtieron luego en estandarte de lucha contra muchas otras dictaduras en el mundo.
"Quería cantar en París, hice el Olympia, el Trianon y ahora quería que fuera en el Châtelet o nada. Muy a la española, o todo o nada", explica el cantautor.
"Sólo después caímos" que coincidía con el 40 aniversario, "pero no lo escogimos por eso", recalca Paco Ibáñez, que tomará el también mítico escenario después de una doble versión de "La Flauta Mágica", de Mozart, y poco antes de la llegada de Luz Casal y del "Soweto Gospel Choir".
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