Una memoria, muchos olvidos —melodía—
Si un cazador descubría una nueva técnica, la aprendía. Si los niños inventaban un nuevo juego, lo jugaba. Si nuevos territorios eran hallados, los exploraba. Si una tristeza desconocida aquejaba a un ser, lo escuchaba.
Luego, para recordar ponía todo en el mínimo de palabras. Siempre algo se escapaba; un gesto, un color, una latitud, un lamento. No era importante, el olvido perdía terreno. Estaban todos contentos. Y el mundo se fue haciendo más grande. Se aventuraban cada vez más lejos, hacia afuera, hasta la nada. Hacia adentro, hasta el infinito. La mujer conseguía guardar cada vez menos. Y el olvido volvió a morder. Como había sido buena en el arte de la cocina se le ocurrió que, en lugar de enumerar y acumular, lo que debía hacer era reducir. Como cuando el fuego y el tiempo condensan los alimentos hasta atrapar la esencia del sabor. Comenzaron a resultarle frases densas, que no siempre se entendían, pero tenían sabor, olor, resonaban y permanecían.
Pensó que había que atrapar el vuelo de cada pájaro. Cazar las huellas de los osos. Darle una forma al tiempo. Alcanzar la luz del silencio. Y descifrar el parpadeo de las estrellas.
Nadie le entendía.
...¿Cómo así? ...le preguntaban.
...¿Qué hago con el vuelo de un pájaro? ¿Cómo lo atrapo? El pájaro de algo me sirve, ¿pero el vuelo?
...¿Qué puede haber en las huellas de los osos?
...¿Qué formas puede tener el tiempo?
...¿Cuál es la luz del silencio?
...Justamente ...decía ella.
No entendían. Se alejaron. La dejaron sola con sus frases inasibles. Ella insistía, cocinaba cada frase hasta la forma más simple que podía contener el hecho y sus tiempos, los sabores, los sonidos, las ausencias... Cada vez estaba más sola. Dejó de creer. Las frases olorosas, palpables, cayeron mudas, olvidadas. La mujer volvió a cazar, a sembrar, a cocinar y quedó encinta. En cuanto se enteró comenzó a hablarle a su vientre. Nombraba todo para que la criatura que le crecía fuera "el mejor", aquel que los hombres aguardaban para derrotar el olvido. Dio a luz una niña que nació con los ojos abiertos. Ella seguía nombrando, de noche y de día.
Y la niña:
El Covard (El cobarde) es el décimo disco publicado por el cantautor catalán Josep Andújar “Sé”. Incluye una habanera titulada Onades dins del cor (Olas en el corazón), escrita por el autor con música de Llorenç Fernández, canción que encarna la esencia de este nuevo trabajo realizado por un artista ligado a sus orígenes, al mar Mediterráneo, a la “Cançó de taverna” y marinera, a una cultura de tierra y mar que tras sus muchos años de oficio sigue aflorando en todas sus composiciones.
El cantautor barcelonés Enric Hernàez ha muerto a los 68 años. Considerado uno de los nombres más personales de la generación posterior a la Nova Cançó, exploró con libertad estilos como el pop, el jazz, la bossa nova y el rock, así como la musicalización de poesía.