Las casas viejas
una magia adormecida.
Esperan aletargadas
para volver a la vida.
Llantos por muertes antiguas,
eco de risas añejas,
en sus paredes calladas
esconden las casas viejas.
Las casas abandonadas
producen tanta tristeza
que por no dar compasión
se derrumban de vergüenza.
Se abren en grietas, al sol,
para inundarse de trinos.
A los pájaros ofrecen
lo que ningún hombre quiso.
Las casas viejas encubren
mundos de sueños poblados
por fantasmas subterráneos
amarillos de pasado.
Los retratos de otro tiempo
–en paredes despintadas–
a pesar de las arañas
dejan su huella cuadrada.
Las casas abandonadas
saben de amores pasados
de penas, odios, dolores,
que sus muros cobijaron.
¡Cuántas ilusiones muertas!,
universos enterrados,
juegos de niños que fueron
por las sombras olvidados.
A Quím Sempere.
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