Bartrian(n)a
Estaba hecho de fuego y astillas,
de palabras y sangre,
y miraba las estrellas
con los pies clavados en el barro.
El triunfo de la barbarie
lo arrancó de su mundo
y un dios sordo a la plegaria
lo envió quién sabe a dónde.
La tragedia, sin embargo, lo convirtió en hombre y en poeta
y, en medio de la miseria, en medio del cansancio,
la luz bañó su frente de profeta
destinada a engendrar el Evangelio del viento.
Conoció las penurias
del campo de concentración,
viendo en la oscuridad
un resplandor de hermandad.
En Roissy, halló la calma
de un refugio temporal
y un amor de roca y de gruta:
Anna fuerte, Anna total.
Pero la sangre ya se derramaba una vez más sobre Europa.
Ella y él cruzaron un larguísimo puente azul
y vivieron errantes hasta que les tomó en su grupa
el caballo mejicano de la añoranza y la paz.
Mezclados con palabras dispersas,
nacen Eli y Roger,
tal vez los únicos versos
nunca escritos sobre papel.
Después, Brooklin, nieve y ceniza,
y el estallido de mil canciones.
Y en New Jersey, verde y tierna,
la cabaña de los arces.
Y poemas, poemas, poemas y vida.
Dioses aztecas, la escena, un Odiseo extraviado
en un mar de mezquinos, la profunda herida...
Solamente un girasol como lanza y escudo.
El retorno. La vieja tierra
reencontrada. El color gris
del franquismo que se adhiere
a cada corazón, a cada rincón.
Y Soleia, que ilumina
en Gernika el porvenir
con su lámpara y grita: “¡Ven!
¡Tenemos que derribar este muro!”
Fueron unos años de lucha diaria
contra el perro geométrico, por el yunque y la luz.
Fueron unos años de luchar, a pesar del cuerpo que se marchitaba,
con el verbo creador, contra el hollín y el humo.
Estaba hecho de fuego y astillas,
de palabras y sangre,
y miraba las estrellas
con los pies clavados en el barro.
Ahora es a él a quien vemos resplandecer en el cielo,
constelado con Machado, y Rilke, y Maragall.
Nos dejó las letras, nos dejó el aroma
que desprende una brizna de hierba cuando se sabe inmortal.
Cuando se sabe inmortal.
Canción sobre la vida –la guerra, el exilio, el retorno- del poeta Agustí Bartra y su mujer, la escritora Anna Murià.
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El cantautor barcelonés Enric Hernàez ha muerto a los 68 años. Considerado uno de los nombres más personales de la generación posterior a la Nova Cançó, exploró con libertad estilos como el pop, el jazz, la bossa nova y el rock, así como la musicalización de poesía.