El fabricante de oficios
De niño, si me preguntaban
“¿Qué quieres ser de mayor?”,
decía lo que esperaban oír
los adultos que me rodeaban:
bombero, médico, economista,
astronauta, profesor,
funcionario, periodista
o piloto de aviación.
Y ellos ponían buena cara,
me daban un caramelo
y le decían a mi madre:
“Este niño es un cielo.”
Pero me importaba un carajo
la opinión de aquellos cretinos
y en secreto acariciaba
mil oficios clandestinos:
sodomizador de pulgas,
cazador de agua corriente,
seductor de muñecas rusas,
embotellador de viento,
vendedor de escalofríos,
alzador de bajos fondos,
desarrugador de pasas,
distribuidor de besos,
conductor de cómodas,
pulidor de mondadientes,
domador de calaveras,
mecedor de soles ponientes,
psicoanalista de vacas,
amplificador de gritos,
probador de camas y hamacas,
detector de malnacidos.
El mundo es tan deprimente,
tan gris, tan convencional...
Si quieres ir a contracorriente,
puedes salir mal parado.
Y crecí, y no quería
ser ingeniero ni abogado.
A mi padre, cada día
se le veía más cabreado
y me gritaba: “¡Eres un desastre,
un inútil, un gandul!
¡Quien quiera comer pollo,
que empiece a mover el culo!”
Y yo, ofendido, le decía: “Papá,
yo ya quisiera trabajar
si un proyecto con el suficiente gancho
supiese interesarme.
Sólo me ofrecen trabajos
aburridos y banales.
Yo quiero afilar mis garras
en oficios inmortales:
inflador de chorradas,
lamedor de vitrinas,
dulcificador de arenques,
frenador de ataques de tos,
maquillador de mentiras,
arañador de gatos,
provocador de estampidas,
unidor de descuartizados,
cuestionador de certezas,
gran pontífice de los burdeles,
productor de embriagueces,
monitor de vuelo de pájaros,
Circuncisador de amebas,
cortador en seco de hipos,
deslagrimador de cebollas,
profesor de despropósitos.
El mundo es tan deprimente,
tan contrahecho, tan seco...
Si quieres ir a contracorriente,
lo tienes fatal.
Me he hecho mayor, tengo algunos vicios
-pero no el de trabajar.
No he ejercido nunca los oficios
que me gusta imaginar.
Dicen: no tienen salida,
nunca darán dinero...
Pero soñar, parece mentira,
si no te muestra el mundo tal como es,
sí que te muestra cómo debería
ser, cómo podría ser
si una pizca de fantasía
se dignara bajar a la calle.
Ahora me voy ganando la vida
escribiendo canciones, pero tal vez,
si no dejo escapar las riendas,
algún día me convertiré en
salinizador de lluvias,
lanzador de frutas podridas,
dietista para cerdas,
acariciador de senos,
clonador de mierda de oca,
manchador de versos blancos,
extractor de zumo de roca,
orchatizador de sangres,
desaplicador de normas,
freidor de huevos,
cuadrificador de formas
circulares, lameplatos,
gondolero en pleno Sena,
mezclador de carne y pescado,
contador de granos de arena,
creador de mi mismo.
El mundo es tan deprimente,
tan frío, tan poco elegante...
Si deseas ir a contracorriente,
te acabarán jodiendo.
“¿Qué quieres ser de mayor?”,
decía lo que esperaban oír
los adultos que me rodeaban:
bombero, médico, economista,
astronauta, profesor,
funcionario, periodista
o piloto de aviación.
Y ellos ponían buena cara,
me daban un caramelo
y le decían a mi madre:
“Este niño es un cielo.”
Pero me importaba un carajo
la opinión de aquellos cretinos
y en secreto acariciaba
mil oficios clandestinos:
sodomizador de pulgas,
cazador de agua corriente,
seductor de muñecas rusas,
embotellador de viento,
vendedor de escalofríos,
alzador de bajos fondos,
desarrugador de pasas,
distribuidor de besos,
conductor de cómodas,
pulidor de mondadientes,
domador de calaveras,
mecedor de soles ponientes,
psicoanalista de vacas,
amplificador de gritos,
probador de camas y hamacas,
detector de malnacidos.
El mundo es tan deprimente,
tan gris, tan convencional...
Si quieres ir a contracorriente,
puedes salir mal parado.
Y crecí, y no quería
ser ingeniero ni abogado.
A mi padre, cada día
se le veía más cabreado
y me gritaba: “¡Eres un desastre,
un inútil, un gandul!
¡Quien quiera comer pollo,
que empiece a mover el culo!”
Y yo, ofendido, le decía: “Papá,
yo ya quisiera trabajar
si un proyecto con el suficiente gancho
supiese interesarme.
Sólo me ofrecen trabajos
aburridos y banales.
Yo quiero afilar mis garras
en oficios inmortales:
inflador de chorradas,
lamedor de vitrinas,
dulcificador de arenques,
frenador de ataques de tos,
maquillador de mentiras,
arañador de gatos,
provocador de estampidas,
unidor de descuartizados,
cuestionador de certezas,
gran pontífice de los burdeles,
productor de embriagueces,
monitor de vuelo de pájaros,
Circuncisador de amebas,
cortador en seco de hipos,
deslagrimador de cebollas,
profesor de despropósitos.
El mundo es tan deprimente,
tan contrahecho, tan seco...
Si quieres ir a contracorriente,
lo tienes fatal.
Me he hecho mayor, tengo algunos vicios
-pero no el de trabajar.
No he ejercido nunca los oficios
que me gusta imaginar.
Dicen: no tienen salida,
nunca darán dinero...
Pero soñar, parece mentira,
si no te muestra el mundo tal como es,
sí que te muestra cómo debería
ser, cómo podría ser
si una pizca de fantasía
se dignara bajar a la calle.
Ahora me voy ganando la vida
escribiendo canciones, pero tal vez,
si no dejo escapar las riendas,
algún día me convertiré en
salinizador de lluvias,
lanzador de frutas podridas,
dietista para cerdas,
acariciador de senos,
clonador de mierda de oca,
manchador de versos blancos,
extractor de zumo de roca,
orchatizador de sangres,
desaplicador de normas,
freidor de huevos,
cuadrificador de formas
circulares, lameplatos,
gondolero en pleno Sena,
mezclador de carne y pescado,
contador de granos de arena,
creador de mi mismo.
El mundo es tan deprimente,
tan frío, tan poco elegante...
Si deseas ir a contracorriente,
te acabarán jodiendo.
Versión de Miquel Pujadó
Idiomas
Esta canción aparece en la discografía de
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