40 aniversario
Chango Spasiuk celebra cuatro décadas con la música
"Soy chamamecero cueste lo que cueste. Pero más que un chamamecero soy un hombre nacido en esa tradición de la que no quiero ni puedo despegar", se define Chango Spasiuk, quien celebrará el 21 en Buenos Aires y el 28 en Rosario un camino de cuatro décadas de música y 30 años de su debut en el Festival de Cosquín.
"Soy chamamecero cueste lo que cueste. Pero más que un chamamecero soy un hombre nacido en esa tradición de la que no quiero ni puedo despegar", se define Chango Spasiuk, quien celebrará el 21 en Buenos Aires y el 28 en Rosario un camino de cuatro décadas de música y 30 años de su debut en el Festival de Cosquín.
Chango Spasiuk.
© Xavier Pintanel
Télam - El artista argentino Chango Spasiuk celebrará el 21 en Buenos Aires y el 28 en Rosario un camino de cuatro décadas de música y 30 años de su debut en el Festival de Cosquín en un devenir que el charanguista describe como "un proceso de múltiples búsquedas, proyectos, alianzas y experimentaciones".
Durante una entrevista con Télam en su casa del barrio porteño de Villa Urquiza, Spasiuk consigna que "a medida que vas caminando el horizonte se va corriendo y esa fue siempre mi intención, más allá de que lo central de todos los días es tocar".
Capaz de hacer un balance de ese recorrido que le permitió ir de las peñas a los festivales europeos, de los recitales de rock al Teatro Colón o de la tradición a la música electrónica, Chango confía que "todo ha sido muy inesperado en eso de intentar, probar y aprender".
"En esa decisión de experimentar poniendo el cuerpo —abunda el músico— me siento en paz por haber encontrado algunas cosas y si puedo voy a probar un poco más porque todavía tengo ideas en mi cabeza".
El tránsito del creador incluye 11 discos desde 1989, entre ellos Polcas de mi tierra (1999), Chamamé crudo (2001), Tarefero de mis pagos (2004), Pynandí (los descalzos) (2008), Tierra colorada en el Teatro Colón (2014) y Pino Europeo (2018).
Y compartió músicas con Mercedes Sosa, Bobby McFerrin, Cyro Baptista, Bob Telson, Carlos Núñez , Heather Cornell & Manhattan Tap, León Gieco, Divididos, Raúl Barboza, Chucho Valdés , Lila Downs, Fito Páez, Dino Saluzzi, Los Chalchaleros, Ramona Galarza, Renato Borghetti, Hugo Fattoruso, Chico César, La Bomba de Tiempo y Ricardo Iorio, por citar apenas a algunos.
A esa galería de registros y encuentros, debe agregarse su cruce con el guitarrista noruego Per Einar Watle y su grupo con quien acaba de grabar en Oslo un material que está por publicarse en Noruega y saldrá en Argentina hacia 2020.
"La verdad es que me gusta trabajar con gente nueva y encontrarme más allá de los idiomas y las distancias. Si puedo, quiero un poco más de todo eso porque no me imagino haciendo otra cosa, no sé hacer otra cosa", desliza Spasiuk.
Pero con viejos conocidos como Matías Martino en piano, Marcelo Dellamea en guitarra, Diego Arolfo en guitarra, Marcos Villalba y Javier Martínez Vallejos en percusión, Heleen de Jong en cello y Pablo Farhat en violín, Spasiuk festejará ese andar el sábado 21 desde las 21 en el porteño Teatro Ópera (Av. Corrientes 860) y una semana después hará lo propio, a partir de las 21.30, en la sala Fundación Astengo (Mitre 754, Rosario).
¿Cómo planifica los recitales por este aniversario?
Celebro 30 años pero no soy un artista de éxitos, no tengo ni una sola canción escuchada en la radio, así que voy a tocar aquello que es el fruto de 30 años de laburo. Por ahí sí incluyo algunos guiños melancólicos como el primer acordeón que mi papá me regaló, volvió a mí hace unos 15 años por mis amigos de Misiones y lo hice reconstruir y lo voy a utilizar por primera vez en público para abrir estos conciertos porque hay algo muy simbólico en él.
¿Se sigue sintiendo chamamecero?
Soy chamamecero cueste lo que cueste. Pero más que un chamamecero soy un hombre nacido en esa tradición de la que no quiero ni puedo despegar.
Soy un músico de chamamé que aprendí a tocar el acordeón. Me hubiese gustado que un músico de chamamé me enseñara a tocar pero no fue así y rodeado de absoluta libertad decidí caminar en múltiples direcciones sin ningún corsé ni ninguna mirada de cerca que no me deje volar aunque me haya equivocado muchas veces.
¿A qué atribuye esos vuelos?
Un historiador me contó una vez en mi programa "Pequeños universos" (Encuentro) que en mi pueblo de Apóstoles a principios de 1900 una maestra correntina contaba sobre su primer día de clase allí y escribió en su informe al Ministerio: "Hablan en guaraní, en portugués, en español, en ucraniano y en polaco. Ni ellos me entienden a mí ni yo los entiendo a ellos ni ellos se entienden entre sí". Y yo nací en ese lugar y se puede ver esa diversidad como un quilombo, o un problema o una belleza. Creo que esa aula de escuela primaria es mi música donde aparece todo como partes de una misma cosa y me he aprendido a relacionar bien con todo eso y sin ningún conflicto.
La clave sería la belleza y cómo compartirla...
La gente cree que la música es un proceso separado de la vida y yo busco la belleza en todos los aspectos de la existencia y eso se resignifica todos los días a la vez que uno reflexiona acerca de al servicio de para qué está cuando hace música y para qué es el sonido cuando no se trata de bailar. Básicamente tiene que ver con que uno busca algunas cosas y encuentra algunas pero ellas se completan en una construcción colectiva donde aparece el saboreo. Yo busco porque lo necesito desesperadamente y en el encuentro es donde siempre está la posibilidad y es por eso que con la fuerza del otro suceden los acontecimientos colectivos.
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