Aniversario
Hoy se cumplen 43 años de la muerte de Violeta Parra
El 5 de febrero de 1967, apenada por la separación de su gran amor, agobiada por la muerte de su hija menor, desanimada por la poca repercusión de su último emprendimiento cultural, tras varios intentos frustrados se mató de un balazo en la sien a los 49 años Violeta Parra, autora y cantora popular chilena, figura descollante que no cesó de crecer desde entonces.
El 5 de febrero de 1967, apenada por la separación de su gran amor, agobiada por la muerte de su hija menor, desanimada por la poca repercusión de su último emprendimiento cultural, tras varios intentos frustrados se mató de un balazo en la sien a los 49 años Violeta Parra, autora y cantora popular chilena, figura descollante que no cesó de crecer desde entonces.
Cuando su hermana Hilda le preguntó en 1966 por qué el disco que acababa de grabar se llamaba “Las últimas composiciones”, ella sólo respondió: "Y... porque son las últimas". Y fueron las últimas, definitivamente.
Ese disco contenía dos composiciones de adiós: Gracias a la vida, quizá su obra más conocida, un adiós tierno y sereno, y Maldigo del alto cielo un adiós duro y furioso.
En la etapa final, posiblemente la vida le pareció a Violeta una seguidilla incomprensible de desgracias. “La suerte mía fatal/ no es cosa nueva señores,/ me ha dado sus arañones/ de chica muy despiadá;/ batalla descomunal/ yo libro desde mi infancia” es el resumen final en décimas populares que hizo de su propia existencia.
Nació el 4 de octubre de 1917 en San Carlos, en el sur de Chile; hija de una campesina y un profesor de música. Su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por las carencias: con diez hermanos, en su casa nunca estaba asegurado el plato de comida. Violeta se contagió la viruela. Salvó la vida, pero la cara le quedó marcada para siempre.
“Aquí principian mis penas,/ lo digo con gran tristeza,/ me sobrenombran "maleza"/ porque parezco un espanto”. Una descripción de su cara picada de viruelas, su melena desordenada, sus dientes débiles.
Los padres no querían que sus hijos fueran folcloristas y guardaban bajo llave la guitarra. Violeta, “La Viola”, la descubrió a los 7 años y comenzó a estudiar sola.
Vendió golosinas, limpió tumbas y cantó. A los 15 años con su padre Nicanor muerto de tuberculosis, la familia se fue a Santiago. Dejó la escuela y cantó con su hermana Hilda en boliches de barrios populares. Hacía varios años que componía boleros, corridos, tonadas.
Se casó a los 19 años con el ferroviario Luis Cereceda, la primera de sus relaciones amorosas, siempre fracasadas.
Sin advertir que la vida de casada no era para ella, en 1949 reincidió con el tapicero Luis Arce. Poco después, junto a su hermano el poeta Nicanor Parra, comenzó su gran trabajo de recopilación de folclore chileno. Como arqueóloga musical, recorrió el país en busca de canciones populares. Al componer y grabar Casamiento de negros y Qué pena siente el alma, inspiradas en melodías rescatadas, consiguió una repercusión que le abrió las puertas de la radio: con su programa “Canta Violeta Parra” logró difundir su gesta folclórica.
Durante un viaje a Europa en que dejó en Chile a sus cuatro hijos, la menor, Rosita Clara, de 9 meses, murió de neumonía, lo que le generó una culpa que nunca pudo superar.
Se quedó en París, cantando en tugurios, entre privaciones y romances con hombres más jóvenes, amoríos que invariablemente ponían fin su irascibilidad y sus celos.
De vuelta a Chile conoció al amor de su vida, al que le debe el balazo final: el suizo Gilbert Favre, 18 años menor que ella. Tras viajes por Europa, Bolivia y la Argentina en 1965 volvió a Chile junto a Favre, e instaló La Carpa: una vieja carpa de circo en un terreno baldío. No tuvo éxito y además, cansado de sus celos, Gilbert la dejó definitivamente. “Cuando me enseñó a tocar la quena, me dijo que lo mejor era hacerlo con los ojos cerrados. Le hice caso, pero luego vi que solo quería que no mirara a las otras mujeres”, contó Gilbert.
En enero de 1966, cuando ya había caído en el alcoholismo, intentó suicidarse por primera vez. Un año después, lo logró en La Carpa.
Violeta del Carmen Parra Sandoval (1917-1967) es la más grande representante de la música folclórica chilena. Por el camino se convirtió en la primera artista iberoamericana que expuso de forma individual en el museo del Louvre.
Violeta perteneció sin duda a una tradición que se extingue de mujeres cantoras, compositores y guitarristas propias del campo en Chile, y la representó de manera ejemplar en todo el mundo.
La trigésima edición del festival BarnaSants se despide este fin de semana con tres conciertos de Nano Stern, Marta Gómez y Borja Penalba en Cotxeres de Sants, marcando además la última edición bajo la dirección de Pere Camps.
El nuevo disco de Las Migas, titulado Flamencas, representa una vuelta vibrante al flamenco más tradicional desde una perspectiva contemporánea, empoderada y femenina, con colaboraciones destacadas y una propuesta visual renovada.
El reconocido cantautor argentino Abel Pintos presenta Gracias a la vida, un EP de versiones que dialogan con la memoria sentimental del continente. Con interpretaciones personales de obras icónicas, Abel Pintos revisita canciones que marcaron su historia musical y emocional.
La editorial Vademécum y el sello discográfico Sonamos presentan un libro de fotografías de Luis Alberto Spinetta tomadas por su amigo y colaborador Eduardo Martí. El volumen, titulado Spinetta, reúne casi 300 imágenes —muchas inéditas— que reconstruyen la vida y obra del músico argentino desde finales de los años 60.
La veterana formación extremeña Acetre lanza su duodécimo trabajo discográfico, una inmersión en la música tradicional que abraza la reinterpretación, el mestizaje y la creatividad para celebrar las raíces desde una visión contemporánea.