El tango regresa a la clandestinidad
El tango «ilegal» causa furor en las calles de París
De manera clandestina y a través de listas de correos electrónicos, un grupo de parisinos organiza varias veces a la semana y sin la autorización de las autoridades de París "milongas ilegales" al aire libre en las que participan decenas de parejas apasionadas por el tango.
De manera clandestina y a través de listas de correos electrónicos, un grupo de parisinos organiza varias veces a la semana y sin la autorización de las autoridades de París "milongas ilegales" al aire libre en las que participan decenas de parejas apasionadas por el tango.
Varias parejas bailan un tango clandestino en el patio central del Palacio Real en París.
© EFE
Hugo Passarello/EFE - Como en sus años de oro, esa danza vuelve hacer furor en París, pero no solo en los cabarés sino también en las calles y en los lugares más emblemáticos de la capital francesa, como la explanada frente a la fastuosa Ópera Garnier, el patio central del Palacio Real e incluso los muelles frente al río Sena.
A estos telones de fondo de lujo se le agrega una pizca de travesura, dado que estas milongas no cuentan con el visto bueno de las autoridades de la ciudad y por tanto son "milegales", como las llaman los organizadores utilizando un juego de palabras.
Cientos de personas están inscritas en esas listas de correos coordinadas por los franceses Fabrice Ballion y Tonton Jojo (como se hace llamar), que envían un mensaje el día anterior o apenas horas antes anunciando el lugar y la hora donde se hará la siguiente convocatoria.
"Cuando comenzó, hace más o menos dos años, había un pequeño grupo, de una decena o quincena de personas, y poco a poco ese núcleo se agrandó. La gente hablaba y entonces se inscribía en las listas y después el rumor circuló por todos lados y rápidamente se estuvo al tanto", explicó Ballion.
En cada milonga participan alrededor de 50 parejas de todas las edades, que llegan furtivamente de todos los rincones de París y que están siempre atentas para irse rápidamente cuando la policía amenaza con incautar el equipo de música que usan para poder bailar.
"En general la policía es muy comprensiva. No venimos para pelear, venimos para danzar y pasar un buen rato", dice una tanguera italiana de unos 70 años, que prefiere no identificarse pero confiesa con picardía que cuando los agentes llegan para cancelar el baile "se largan" velozmente del lugar.
Los jóvenes también están presentes, atraídos por el tango por diferentes razones, como la que da un joven argelino que reside en París y que conoció la danza rioplatense a través de la película Perfume de mujer, cuando Al Pacino bailó al son de Por una cabeza.
"Soy guitarrista y durante mucho tiempo me interesó el folclore argentino, como la chacarera. Luego quise tocar tangos pero para poder hacerlo primero tuve que aprender a bailar. Y ahora que lo bailo ya no lo toco más", explicó el joven a Efe.
Otro tanguero, de unos 40 años, que participa de estas milongas desde sus inicios y se acerca varias veces cada semana, confiesa que la ilegalidad le agrega un "elemento picante" y "reaviva el interés" por la danza.
Para este hombre, de nacionalidad francesa, el tango es una adicción: "Tiene una gran carga emocional, con la pareja y con la música, y nos transforma la vida".
Tal es el éxito de las milongas ilegales que los organizadores ya no buscan el permiso de las autoridades, sino que prefieren guardar este aspecto transgresor y organizarlas en los lugares que se les ocurra de manera espontánea.
"Debe quedarse así, salvaje, pirata e improvisada. No queremos pedir la autorización necesaria a nadie", dice Ballion, que agrega como beneficio de hacerlas al aire libre el hecho de que sean gratuitas: "No queremos que nadie tenga que pagar para venir a bailar tango".
Al momento de elegir el mejor lugar de París para bailar las opiniones coinciden en que no hay nada mejor que el suelo de la explanada de la Ópera Garnier, en el corazón de la ciudad, y también la superficie de mármol de Trocadero, que permite deslizarse con mayor facilidad y bajo la mirada vigilante de la Torre Eiffel.
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