Concierto
El Chango Spasiuk hizo entrar al nordeste argentino por la puerta grande del Colón
El acordeonista y compositor argentino Chango Spasiuk debutó en el Teatro Colón de Buenos Aires (Argentina) con un magnífico concierto en el que asumió músicas que, aún desde su honda identidad, burlaron los límites entre las categorías de lo popular y lo académico.
El acordeonista y compositor argentino Chango Spasiuk debutó en el Teatro Colón de Buenos Aires (Argentina) con un magnífico concierto en el que asumió músicas que, aún desde su honda identidad, burlaron los límites entre las categorías de lo popular y lo académico.
Chango Spasiuk
© José Romero/Télam
Télam/Sergio Arboleya - Para desarrollar su discurso estético, el artista vestido íntegramente de negro con bombacha y alpargatas, Chango Spasiuk asumió la primera parte del recital junto a su sexteto y después lo continuó con las múltiples e inspiradas cuerdas del Ensamble Estación Buenos Aires.
Dueño de una larga y luminosa trayectoria que lleva 14 años de producciones discográficas y giras y reconocimientos en buena parte del mundo, Spasiuk ratificó en uno de los templos de la música la potencia y la comunicación que dispara una obra capaz de ratificar aquella idea acerca de "pinta tu aldea y pintarás el mundo".
Es que Chango, nacido en Apóstoles, en una zona fronteriza con Brasil y Paraguay, ostenta una sonoridad que abreva en ese entorno de modo inevitable pero no lo hace para construir barreras sino para hallar un piso firme desde donde proyectarse.
Y en esa proyección de sonidos, cadencias e influencias que le nacen desde las resonancias del acordeón, ya había dado larga cuenta de abrazar un territorio tan identitario como diverso, pero ese gesto halló una caja de resonancia multiplicadora junto a otros colores en el seno del máximo coliseo argentino.
En julio pasado, durante el Encuentro Regional con Intérpretes y Creadores del Folclore del Litoral que se realizó en Resistencia, Spasiuk advirtió: "creo que es absolutamente imposible la vanguardia sin tradición".
Esa premisa que lo guía, fue amplia y mágicamente expuesta hoy y, cuando logró hablar brevemente para agradecer la comunión con la multitud que abarrotó la sala, expresó para complementar aquella idea que "la música no es para entretenerse, es para saborear otras cosas".
La función comenzó puntualmente con el creador y su banda habitual (Víctor Renaudeau en violín, Marcos Villalba en percusiones y guitarra, Diego Arolfo en voz y guitarra, Alfredo Bogarín en guitarra, Juan Pablo Navarro en contrabajo y Heleen de Jong en violoncello), abriendo con Tristeza y arrancando la primera ovación al momento de El camino.
Las impactantes combinaciones entre Acento misionero y Tarefero de mis pagos y entre Vera, Starosta y Sombrero de paja, marcaron otros altísimos puntos de un trabajo conocido que puede celebrarse sin desmayos y que redondeó su presentación con Viejo caballo alazán/Gurí me veo y La ponzoña.
Casi sin pausas, solamente las mágicas percusiones de Villalba y el climático contrabajo de Navarro se quedaron junto al Chango como anfitriones de los 10 integrantes del Ensamble Estación Buenos Aires (con el brillante Rafael Gíntoli como violín solista y los arreglos y la dirección de Gustavo "Popi" Spatocco), para la Suite del Nordeste.
La obra, que abre con Alvear orilla, de Isaco Abitbol, y se completa con ocho piezas de Spasiuk, logró profundizar la posibilidad de sumar las calificaciones de música académica, folclórica, regional, universal, popular y culta, sin que ninguna denominación anule a la otra.
El arrasador Chamamé crudo, con Villalba haciendo una percusión increíble únicamente con sus manos, la delicadeza de Mejillas coloradas y la impactante cruza entre Mi pueblo, mi casa, la soledad y Misiones, mostraron la rica paleta posible.
Apenas en yunta con Gíntoli llegó Pynandí, sonó el chamamezazo de El prostíbulo, el protagonismo de los violonchelos apareció entre Posadas y Blas y toda la carnadura orquestal se apreció en el tema que da título a la propuesta.
Una larga ovación lo devolvió a Spasiuk solo al escenario para tributar a Tránsito Cocomarola y regalar una versión del clásico Kilómetro 11 y enseguida su habitual sexteto se le acopló para visitar Libertango, de Ástor Piazzolla.
Sin quitar a su banda y junto a la regresada orquesta, el cierre regaló dos vueltas de la imponente Tierra colorada que redondeó una celebración musical capaz de desatar la alegría de los músicos y de la concurrencia.
Si Chango sentía que se debía un registro en directo, la decisión de haber grabado esta mañana en el Colón para publicar un disco y un DVD que testimonien el acontecimiento, servirá para multiplicar la magia exquisita de una música que de tan nuestra es toda una caricia de humanidad.
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