En el Gran Rex de Buenos Aires
Les Luthiers regresa con «Viejos hazmerreíres» para emprender otro romance con el público
El conjunto de instrumentos informales Les Luthiers, tal es su nombre oficial, regresó al escenario del Gran Rex con Viejos hazmerreíres, un compilado de antiguos hits que confirma su eterno romance con las plateas.
El conjunto de instrumentos informales Les Luthiers, tal es su nombre oficial, regresó al escenario del Gran Rex con Viejos hazmerreíres, un compilado de antiguos hits que confirma su eterno romance con las plateas.
Les Luthiers regresa con «Viejos hazmerreíres».
Télam - Hay que reconocer que el grupo fue y es un fenómeno irrepetible y que ya al ingresar al escenario produce en el público una explosión de alegría, tal como los cálidos aplausos y las expresiones de júbilo lo confirman, sobre todo en espectadores que cursan su franja etaria.
También puede verse a jóvenes y adolescentes que viven cada actuación de LL con el fervor que les han transmitido sus mayores y se divierten a la par de cualquiera, con un humor tan alejado de los cánones de la pantalla chica.
Todo comienza con la imbatible dupla Marcos Mundstock-Daniel Rabinovich a cargo de una improbable audición radial, Radio Tertulia, que guiará la sucesión de temas musicales y en la que se repetirá la rutina de conductor culturoso y acompañante atolondrado.
El dúo explota esa capacidad de complemento que viene experimentando hace casi medio siglo y que demostró infinidad de veces, como sucedió en la insuperable El merengue (Esther Píscore), incluida en otras reseñas, no en esta.
Así se suceden esquicios y canciones como Las majas del bergantín, de lo más festejado; Así hablaba Sai Baba, Loas al cuarto de baño, Amor a primera vista, Quién mató a Tom McCoffee, y la intencionada Dilema de amor (Cumbia epistemológica), entre una decena, convenientemente remozadas y con algunos cambios de intérpretes.
Hay cierta incorrección política en algunos pasajes y se vulneran algunas pautas de la superstición teatral —varias veces se pronuncia la palabra "víbora"—, pero se incluyen algunas alusiones políticas menos jocundas, que para algunos pueden ser atemporales y para otros oportunistas.
Lo esencial en el grupo es que Mundstock, Rabinovich, Carlos López Puccio, Jorge Maronna y Carlos Núñez Cortés son fieles a sí mismos y lo demuestran en cada oportunidad, en el sentido de que son fruto de un tiempo cultural de la Argentina y por lo tanto insustituibles.
Su humor es esencialmente blanco aunque por momentos se inclinen abiertamente a lo sexual y en otros bordeen lo elemental, el retruécano evidente, el gesto servido; pero poseen una magia que les hace producir gracia donde otros caerían en el abismo.
Todo eso sin contar que son notables músicos tanto en instrumentos normales —piano, tuba, guitarra, batería— como en esa parafernalia de "informales" que les proporciona el luthier Hugo Domínguez, consistente en asientos de inodoros con cuerdas, violines hechos con latas de dulces, grupos de ollas y sartenes para percusión, un calefón como instrumento de viento.
Cada actuación de LL en la Argentina, América del Sur o Europa confirma como nada la naturaleza efímera del arte teatral-musical que profesan y no está de más recordar la vieja frase con que hace años publicitaban a Los Niños Cantores del Tirol: "¡Véalos, antes de que crezcan!".
Viejos hazmerreíres se ofrece en el teatro Gran Rex, Corrientes 857, viernes y sábados a las 21 y domingos a las 20.
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