En Argentina
El fantástico viaje negro de Susana Baca imantó al Ópera en Buenos Aires
La cantora y compositora peruana Susana Baca, figura medular de la música latinoamericana que dedicó su vida a encarnar los ritmos afroperuanos, se presentó anoche acompañada por un impecable cuarteto y deslumbró al público argentino, que disfrutó de una viaje musical por los ritmos de África, el Caribe y Sudamérica.
La cantora y compositora peruana Susana Baca, figura medular de la música latinoamericana que dedicó su vida a encarnar los ritmos afroperuanos, se presentó anoche acompañada por un impecable cuarteto y deslumbró al público argentino, que disfrutó de una viaje musical por los ritmos de África, el Caribe y Sudamérica.
Susana Baca.
© Fernando Gens | Télam
Télam | Romina Grosso - Con 72 años, descalza y vestida de blanco, Susana Baca apareció en la escena con su amplia sonrisa, preparada para entregarse a un repertorio con un claro mensaje de compromiso social, en el que también hubo lugar para el amor.
Trazando lazos entre el presente y lo heredado, Susana canta con verdad, y tal vez su don resida en que lo hace sin carga dramática, algo que le permite llegar de un modo directo a la audiencia, que anoche la acompañó con palmas, ovaciones y mucho afecto.
Con movimientos sutiles y un enorme magnetismo, la artista que en agosto mereció el Master de la Música Latina de la Facultad de Música de la Universidad de Berklee, inició el concierto con una canción suya, De los amores, a la que le siguió Viento del olvido, de su compatriota Manuel Scorza.
Inmediatamente y con El fusil del poeta, de Isabel "Chabuca" Granda, Susana refirió a "una canción dedicada al asesinado poeta Javier Heraud, del cual Chabuca estaba profundamente enamorada".
En ese clima de intimidad y de comunicación permanente con su excelente cuarteto (contrabajo eléctrico, violín, percusión y guitarra), Susana entonó canciones de autores del sur de América, como el candombe Doña Soledad, del uruguayo Alfredo Zitarrosa, y Del monte y del río, sobre un poema del chileno Pablo Neruda, embellecido por la gran violinista María Elena Pacheco.
El contraste entre una búsqueda profunda ligada al canto ancestral y su naturaleza etérea, potencia el encanto de una voz joven que se reconoce en sus raíces africanas y con la que emocionó a los argentinos.
Algunas de las conexiones más encendidas las alcanzó en piezas como la cueca Fuego y agua, "que —dijo— describe la historia de las mujeres negras en la historia de Perú", y De España… Cristo, sobre la que apuntó "habla de cuando España llegó a estas tierras".
Durante el transcurso del concierto, Baca informó que dedicaba la noche al fallecido padre de su guitarrista Ernesto Hermoza, "que nos acompañó en todos nuestros tiempos".
Luego la cantante invitó a subir al escenario a su bella y joven colega argentina Micaela Vita (del conjunto Duratierra) y juntas interpretaron Caramelo y la pegadiza Negra presuntuosa del compositor peruano Andrés Soto.
"Ahora nos vamos para el Caribe, inevitablemente", expresó antes de cederle generosamente el lugar a la violinista Pacheco que interpretó en solitario una preciosa pieza inspirada en "los indios y los negros juntos en la cosecha de algodón y caña de azúcar", según comentó.
Para el final guardó Yugo y Panalivio, que el público aplaudió de pie. Y enseguida, ya con Vita otra vez en el escenario, llegaron los bises que la banda que completan el contrabajo eléctrico de Oscar Uranga y la percusión de Hugo Bravo preparó "en un homenaje a la música argentina", con versiones del tango Volver y de Sulky, canción de Gustavo Cerati.
La artista, quien en charla con Télam había señalado que "muchos de los jóvenes de mi tierra siguen mis pasos y por eso la música de los negros y de los indios ya no son invisibles, son percibidas como lo nuestro. Mi presente es el de la maestra", dio clase de sensible identidad.
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