Exposición
Se estrena «Willy Oddó, el exilio en la voz», dedicada al mítico miembro de Quilapayún
El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Santiago, Chile) presenta Willy Oddó, el exilio en la voz, instalación-obra-conciertoautobiográfico que recoge parte de la memoria familiar del mítico miembro del Quilapayún Willy Oddó (1943-1991) en cartas, cintas, fotos y diapositivas de su época del exilio en Francia y retorno a Chile; concebida por su hijo Ismael Oddó.
El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Santiago, Chile) presenta Willy Oddó, el exilio en la voz, instalación-obra-conciertoautobiográfico que recoge parte de la memoria familiar del mítico miembro del Quilapayún Willy Oddó (1943-1991) en cartas, cintas, fotos y diapositivas de su época del exilio en Francia y retorno a Chile; concebida por su hijo Ismael Oddó.
Se estrena «Willy Oddó, el exilio en la voz», dedicada al mítico miembro de Quilapayún.
El proyecto Willy, el Exilio en la Voz, de su hijo Ismael Oddó, es una obra multimedial donde se conjugan las artes visuales, la música y el teatro. En esta instalación espacial, existe una escritura dramatúrgica que considera al público como espectadores activos, como un grupo de individuos partícipes de un viaje a través del tiempo, que comparten la experiencia de transitar y habitar este espacio que se les propone.
La materia prima de este universo que oscila entre la consciencia y el subconsciente se nutre de los contenedores y registros de la memoria del exilio: cartas, cintas magnéticas, casetes que fueron conservados por la familia de Ismael. El personaje ausente (o presente) y que gatilla la existencia de esta obra es su fallecido padre, Willy Oddó, componente histórico del grupo Quilapayún y también agente cultural en los años de la renaciente democracia.
Cuenta Ismael que "antes de la vertiginosa era digital, almacenábamos nuestros quehaceres y recuerdos en agendas, fotos o diapositivas. Y nos comunicábamos por teléfono fijo o nos enviábamos cartas y casetes. Y de cierto modo nuestra memoria se comporta como una red invisible o móvil que según el oleaje de nuestro andar accede a una imagen, a un olor, a un recuerdo preciso o difuso transportándonos a un baúl animado por la reconstrucción de las imágenes fracturadas y la reflexión natural a la que nos vemos arrastrados por ese simple estímulo. A partir de esta constatación nos surgió la necesidad de compartir un gran móvil (en un sentido figurado) de canciones, imágenes y sensaciones que dan testimonio de idas y regresos, de exilios y desarraigos, de pérdidas a resiliencias, todo un contenido motivado por el sentido de pertenencia y por la necesidad de resignificar la Memoria fuera de toda nostalgia".
En este proyecto, que podrá verse del 25 al 28 de octubre en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Matucana 501, Santiago, Chile) participaron destacados creadores como Martín Erazo, director del Colectivo teatral La Patogallina; Máximo Pincheira, artista visual; y Eduardo Jiménez, diseñador teatral.
La obra
El espacio está concebido como experiencial, donde el público (no más de 40 personas) deambula libremente y puede contemplar una escenografía objetual. Aquella está compuesta por 3 estructuras en formas de árboles pero intervenidas por un tronco de maletas y un follaje desde el cual cuelgan cartas manuscritas, sobres, dibujos, cintas y fotos de distintos tamaños. Todo, material que reproduce el material original de registro y archivo de Willy Oddó, su exilio y su vida. Por otra parte, marcos de ventanas se ubican indistintamente en este espacio en el que aún no se reconocen límites entre un escenario y una platea. En un nivel más bajo e íntimo algunas maletas abiertas están intervenidas como dioramas, emulando situaciones, momentos, con pequeños videos que corren en dispositivos integrados a las maletas.
El sonido que emana de cajas invisibles es un loop de voces donde resaltan palabras como amor, intento, tarea, sueño, abrazo, proyecto, colegio. Todo este registro sonoro proviene de las cintas de archivo.
Sin aviso y fuera de toda sospecha, se activa el tiempo teatral: cambia la luz, desaparece el sonido ambiente, aparece un actor/personaje que invita al público a seguir sintiéndose cómodo en este espacio en el cual se disponen almohadas y bancas para sentarse, sin antes empezar a modificar el lugar por medio de los objetos que se ubican desde ahora al servicio de un relato conducido. Los árboles y las ventanas se reorganizan, el bosque se abre, ahora es un patio, un parrón, una casa abierta donde entrar a escuchar. El maestro de ceremonia de esta peña 2018 es el que cuenta, muestra, comparte, canta y actúa, su propia vida. El desarrollo de la dramaturgia es en torno a la música y a la imagen, un listado de canciones que alterna interpretación en vivo, música grabada, fragmentos contados de vida y que recorre un camino de temas, desde la que se va armando el viaje. Esta dramaturgia integra la interacción que existirá con el público durante el transcurso del tiempo dramático.
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