María de las Mareas
Cada tres meses, dos andaba al pescado.
Su madre quiso llamarla como a la Virgen
Que siempre la acompaña en su desamparo.
Si mira hacia atrás su vida todo son barcos,
Hacia adelante el rumbo lo tiene claro,
Se enrola con la Marina y pasado un año
Se bautizó en el Juan Sebastián Elcano.
Detrás de los cristales brillaba Nueva York.
Nadie invocó al amor en esa habitación.
Nada importa que tu te llames Bruno,
Yo tampoco me llamo Marisol.
Cumplir los veintidós bien vale un revolcón.
El uniforme vela doblado en un sillón.
Poco antes de las doce está de vuelta
El marinero cientotreintaydos.
Como era su cumpleaños la echan al agua.
A todos sus compañeros les hace gracia.
Pero ella no se permite ni una confianza,
Ni un gesto, ni una palabra, ni una mirada.
Comida por fantasías se le acelera
El pulso cuando el vigía les grita "¡Tierra!"
La Habana, la más amada, le abre sus puertas
Y un mulato la invita a dar una vuelta.
Si no hay habitación la cosa es pedalear,
Llegar al Parque Lenin, al sur de la ciudad.
Si no hay sabanas blancas esa Luna
Se ocupará de todo lo demás.
De la tierra subía perfume de guayaba
Y les anochecieron las piernas enredadas.
Se quitaron las hierbas de la espalda
Y a la vuelta ella quiso ir en la barra.
María de las Mareas vuelve a su casa
Con sus galones y en todo bien graduada.
Será pronto capitana de una fragata,
De su promoción la joya más codiciada.
María de las Mareas, así me llaman.
Pisé cinco continentes y los recuerdos
Son lo que son y tengo en todos los puertos
Como escuché que hacían los marineros.
Me aburro en la ciudad, la vida es siempre igual.
Si no estoy embarcada me pongo a navegar.
Buenos Aires, La Habana, Alejandría,
Barcelona, Marsella o Amsterdam.
De Vigo a Nueva York, de Panamá a Estambul,
De Hamburgo a Copenhague, de Haifa a Veracruz.
No pienso detallarles como fue.
Tenía sed: me dieron de beber.
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