Reapertura del CCK
Los 90 años de María Elena Walsh, celebrados en clave sinfónica
La sala del Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires (Argentina) fue parte de un exquisito encuentro entre la música popular y la música académica, una fusión en clave sinfónica integrada por más de cuarenta músicos de la Orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto y la Orquesta Sinfónica Nacional y diez voces femeninas de todos los colores, que enaltecieron las composiciones de María Elena Walsh.
La sala del Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner en Buenos Aires (Argentina) fue parte de un exquisito encuentro entre la música popular y la música académica, una fusión en clave sinfónica integrada por más de cuarenta músicos de la Orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto y la Orquesta Sinfónica Nacional y diez voces femeninas de todos los colores, que enaltecieron las composiciones de María Elena Walsh.
Georgina Hassan en el homenaje a María Elena Walsh.
Télam - Las voces más destacadas de la nueva generación de músicas argentinas se reunieron hoy en el Auditorio Nacional del Centro Cultural Kirchner para homenajear la profusa trayectoria artística de la poeta, folclorista y feminista María Elena Walsh, en el marco de las celebraciones por los 90 años de su natalicio.
El tributo a la autora de emblemáticas composiciones que dieron forma al cancionero popular con El viejo varieté, Como la cigarra y Canción de caminantes, entre otras gemas de la historia, y que significó también la reapertura del antiguo Palacio de Correos y Telecomunicaciones, se realizó con localidades agotadas y bajo la dirección y los arreglos de Gustavo "Popi" Spatocco.
"Es hermoso estar aquí inaugurando esta nueva etapa en el Centro Cultural Néstor Kirchner. Como hay muchas cosas de las que sabemos que podemos estar orgullosos, sin ninguna duda una de ellas es la obra de María Elena Walsh", enfatizó, con alegría, el director, quien durante 22 años acompañó como pianista y arreglador a la cantora popular Mercedes Sosa.
Sobre el escenario y cerca del final, antes de llamar a las diez voces que habían protagonizado el homenaje a Walsh, el Maestro, que hace años explora el equilibrio entre lo sinfónico y lo popular, reflexionó: "Este país no había que hacerlo de nuevo, ya estaba hecho. Hay un montón de gente súper talentosa y María Elena es una de ellas. Es hora de que sepamos que no hay que romper nada, hay que seguir construyendo y que tenemos que estar bien orgullosos de lo que somos".
Entre aplausos y ovaciones de una sala repleta de gente, que se encontraba movilizada por los motivos que la había convocado a la sala más imponente del Centro Cultural Kirchner, subieron nuevamente a la tarima las músicas Silvina Moreno, Lula Bertoldi, Juliana Gattas, Georgina Hassan, Sofía Viola, Micaela Vita, Julia Moscardini, Daniela Herrero, Nadia Larcher y Julieta Laso.
Primero fueron Hassan, Viola, Vita, Larcher y Laso quienes entrelazaron sus voces para dar cuerpo a la primera parte de una semblanza que habían escrito colectivamente, casi como una descripción, a la memoria de la autora de El Reino del revés: "Por el país de la infancia, va tu viento en monopatín, coloreando nuestra historia, perfumando la memoria, resistiendo con sus versos, la sombra de los perversos, alumbrando como el sol la miseria y el horror, gambeteando la barata y cacheteando a los giles".
"Elena se eleva así, va sangrando por la prosa, las tristezas de nosotros y el amor que nunca olvida. Cada alma joven canta, al homenajear infantas, sus ironías y absurdos, que guardan hondas verdades. Como en el mar silencioso, despojada de altares", recitaron Bertoldi, Gattas, Herrero, Moreno y Moscardini mientras los músicos interpretaban la introducción de Como la cigarra, una de las dos canciones, junto a El viejo varieté, que las reunió a todas sobre el escenario.
Hay un punto de conexión entre las intérpretes que se pusieron hoy en la voz de María Elena Walsh y la generación a la que la artista, nacida el 1 de febrero de 1930 en Ramos Mejía y fallecida el 10 de enero de 2011, perteneció y la que compartió con la cineasta María Luisa Bemberg, la poeta Alejandra Pizarnik y la escritora Angélica Gorodischer, entre más figuras.
Ellas fueron bastión fundamental del desarrollo de los reclamos sociales que ocupan las calles de la Argentina y del empoderamiento femenino que hoy, nuevamente, es protagonista de cada día; en ese movimiento en el que esta camada de mujeres músicas forma parte activamente, se resignifica el legado de la poetisa y cobra aún más fuerza.
Una docena de canciones conformó el derrotero que más de cuarenta músicos y diez artistas, bajo la mirada sensible de Spatocco, construyeron en clave sinfónica, luego de que una extensa fila de personas ocupara parte del primer piso, donde se encuentra el ingreso al Auditorio Nacional, y el hall de planta baja del imponente edificio de Sarmiento y Leandro Alem, esperando a entrar.
El repertorio, además, contempló Canción de caminantes, en la voz de Vita; La paciencia pobrecita, por Hassan; Sábana y mantel, con Moreno; Barco quieto, interpretado por Moscardini; Los ejecutivos, en la hermosa voz de Viola; Sin señal de adiós, con Herrero; Réquiem de madre, por Nadia Larcher; y Serenata para la tierra de uno, por Bertoldi.
Entre las butacas, un bebé parece disfrutar la voz de Laso, que entona con delicadeza y, sobre todo, con firmeza Balada de Comodus Viscach; debe tener meses, está recostado sobre las piernas de su padre y es la mitad de su tamaño, tiene los ojos abiertos pero no emite ningún gesto, su concentración parece estar en otro lado, quizá en la letra que puede ser —tranquilamente— un manifiesto de la vida.
Esa fotografía o la de una nena de cuatro años, con vestido blanco y pelo largo, que salta y aplaude con euforia en la escalinata de la sala es, en parte, el paisaje que abraza desde siempre la obra de María Elena Walsh: una sensación apacible que se manifiesta en los más pequeños, pero que, a veces, también los pone en guardia, las lágrimas de emoción que recorren los rostros de las personas mayores o la militancia de la juventud.
Sin embargo, la poetisa, inmortal, también es revolución y desorden, la militancia de los infantes, las lágrimas de la juventud o la sensación apacible de los adultos; de cualquier modo, el orden con el que se viva cada instante estará bien si se trata de las reacciones que genera la obra de una mujer que siempre se mantuvo lejos de los estereotipos de su época.
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