En su centenario
Miguel Hernández sigue siendo un delincuente
Alrededor de 3.000 personas acompañarán esta noche en Elx (Alicante) al cantautor Joan Manuel Serrat en el concierto inaugural de su gira Hijo de la luz y de la sombra, un homenaje a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento. El concierto se convierte así en uno de los actos principales para honrar al poeta que murió en una cárcel.
Alrededor de 3.000 personas acompañarán esta noche en Elx (Alicante) al cantautor Joan Manuel Serrat en el concierto inaugural de su gira Hijo de la luz y de la sombra, un homenaje a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento. El concierto se convierte así en uno de los actos principales para honrar al poeta que murió en una cárcel.
"Honor a quien honor merece" reza un viejo adagio castellano y es incuestionable que Miguel Hernández los merece todos. Conciertos, discos, conferencias, exposiciones y cientos de actos se sucederán a lo largo de este año para honrar como es debido al poeta oriolano.
Pero ¡ay! esta España de charanga y pandereta, cerrado y sacristía todavía no le ha restituido —ni parece que vaya a hacerlo— el honor de dejar de ser un delincuente convicto.
El 18 de enero de 1940, un tribunal militar franquista —léase una pantomima sin las más mínimas garantías, sin justicia y sin vergüenza— condenó a Miguel Hernández a muerte por el delito de "adhesión a la rebelión militar" —una grotesca ironía de un régimen que no brilló precisamente por su sentido del humor—. Unos meses más tarde, en un gesto de magnánima bondad, Franco le conmutó la pena por la de 30 años de prisión. El poeta republicano moría en la cárcel de Alicante el 28 de marzo de 1942 de tifus, tuberculosis y bronquitis.
Casi sesenta años después, con gobiernos de derechas y de izquierdas, todavía no se ha revisado la sentencia, ni anulado el juicio, ni se ha reconocido jurídicamente su inocencia. Es decir, Miguel Hernández sigue siendo un delincuente a los ojos de la Justicia.
Lamentablemente, no es el único caso. Lluís Companys, Presidente democráticamente electo de Cataluña fue detenido por la Gestapo en su exilio francés el 13 de agosto de 1940 y extraditado a España, donde fue juzgado y condenado a muerte también por "sedicioso" y finalmente fusilado en Barcelona el 15 de octubre de 1940.
El 15 de octubre de 1990, el entonces Canciller alemán Helmut Kohl, pidió perdón al pueblo catalán por la participación de "instituciones alemanas en aquel acto" y calificó a Companys como "uno de los mártires más insignes de la fidelidad a la democracia y a la libertad".
En España sigue siendo, como Miguel Hernández y otros miles, un traidor y un delincuente.
Y aquí no termina la historia. El juez Baltasar Garzón —el que arruinó la vejez a Pinochet— podría ser procesado y condenado a 20 años de inhabilitación —a petición de la Falange y Manos Limpias, ambas de extrema derecha— por intentar investigar los crímenes del franquismo.
Ya lo dijo Machado: una de las dos Españas nos habría de helar el corazón. El problema es que siempre nos lo hiela la misma España. Y la otra, no sabe/no contesta.
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