Bien escaso
La Academia de la Música ha anunciado que el próximo día veintinueve de marzo, durante la celebración de la XI edición de los Premios de la Música, Raimon recibirá el Premio de Honor, que hasta ahora sólo poseía un solo trovador, Joan Manuel Serrat, que será precisamente quien le entregará el trofeo.
Timeo Danaos et dona ferentes, le diría un troyano a Raimon refiriéndose a una Academia que durante varios años convocaba el premio a la mejor canción en valenciano y cada año declaraba el premio desierto porqué nadie (excepto la más rancia derecha y esos desafinan cuando cantan), nadie decía, sabía muy bien que coño era esto de "cantar en valenciano". Es cierto que este año alguien se ha dado cuenta del detalle y han unificado dos premios en uno: "mejor canción en catalán/valenciano". Para quedar a la par ahora sólo faltaría que inventaran el premio a la "mejor canción en castellano/andaluz/chileno de la VII Región/cubano oriental/arequipeño/zuliano". Pero me estoy yendo del tema principal de estas letras.
Raimon, como decía, recibirá un Premio de Honor. Y creo que más bien es al revés: el Premio tendrá el Honor de ser recibido por Raimon, como en su día lo fue por Serrat. Porque tener a Raimon en una lista prestigia cualquier cosa.
Hablar de Raimon en pleno siglo XXI debería ser una obviedad. Lamentablemente como decía Amaury Pérez, "Los inteligentes no están de moda", y si además cantan en una lengua distinta, peor todavía. Y me cuesta buscar unas palabras —yo que no tengo el don del verbo— para definir a alguien que no cabe en una definición.
Les voy a poner un ejemplo: muchas veces habrán oído la expresión Silvio o Serrat o Aute o Pablo es el mejor, el número uno, el más, el único. Raimon no cabe ahí. Está fuera y por encima de tops ten, ranquings o clasificaciones. Raimon no es ni mejor ni peor, ni más ni menos que otro. Simplemente está en otro lugar. Raimon no es "d'eixe món" (de este mundo). Sólo hay una persona que vive en la misma dimensión y esa es —nada más y nada menos— que Violeta Parra.
Raimon, como Violeta, es el gran chef de la música. Mezcla ingredientes de primera calidad en la proporción justa. Les da a cada uno su cocción, su textura, su color. Los mezcla con grandes dosis de amor y ciencia. Les añade los trucos secretos et voilà: una obra de arte. Toda la historia, la tierra, la tradición y la cultura de un país en un pequeño plato, redondo como un CD.
Háganse un favor: si no lo conocen, descúbranlo. Si lo conocen, disfrútenlo. Es un bien escaso.
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