Una propuesta para disfrutar y para recuperar el sentido revolucionario de la existencia

Luis Quintana y su invitación a cantar y a bailar

por Fernando G. Lucini el 08/05/2011 

Aunque ya conocía la trayectoria musical de Luis Quintana —cantautor canario—, en realidad la primera vez que le escuché cantar, con cierta calma, fue, en 2007, a través de su disco Besando el aire.

Luis Quintana

Portada del CD «Bailando con Vincent» de Luis Quintana.

Cartel de la exposición fotográfica.

Luis Quintana

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Recuerdo perfectamente que me impactaron lo bien que cantaba, la claridad de su voz, los arreglos y la orquestación con los que se había grabado el disco, y el contenido de sus textos... Me llevé una gran sorpresa...; hacía tiempo que no escuchaba a un cantautor joven de aquellas características, o sea, con mucho que decir, con un concepto muy claro de la imprescindible entendimiento que debe existir en toda canción entre la palabra y la música —dos lenguajes que se entrecruzan y que tienen que complementan mutuamente—, y sin parecerse, o imitar, a nadie, es decir, con una personalidad artística propia y muy definida.

Aquel disco lo escuché en circunstancias muy especiales: de madrugada, inmerso en un gran silencio y en la más absoluta soledad buscada; fue en la habitación de un hotel en Babia —comarca de la provincia de León—. Acababa de dar una conferencia a profesores y profesoras sobre la Educación en los Derechos Humanos, y tenía que esperar al día siguiente para trasladarme a Madrid; circunstancia muy similar a la noche que escuché por primera vez a Paco Cifuentes —y es que la soledad, el silencio y la noche, en la habitación de un hotel, son buenos cómplices a la hora descubrir y de disfrutar de buenas canciones—... Y así fue..., las canciones de Besando el aire de Luis Quintana, escuchadas aquella madrugada, desmelenaron mis sentimientos, y consiguieron darle un revolcón a mi sensibilidad... Me encantó —palabra que tiene todo que ver con "encantamiento—. «Tengo —me decía, entre otras confidencias— la ilusión escarmentada / el placer de andar sin nada con muy poco que perder / Tengo mi sonrisa en garantía / la conciencia tan tranquila que me deja dormir bien. / Ando simplemente con lo puesto [...]. / Voy sin patria ni banderas / desconozco mis fronteras / y aún no sé cual es mi sitio». (Tengo).

De regreso a Madrid, me hice con los dos discos anteriores de Luis Quintana: Burbuja (2002) y Buena racha (2005) —grabado en directo en la Casa de la Cultura de Telde (Gran Canaria)—. La audición de aquellos discos, por una parte, me produjo rabia, sobre todo por no haberlos escuchado antes, por lo que me había perdido. Por otra parte, aquella audición, me sirvió para darme cuenta de que Luis Quintana era un autor que manifestaba una clara evolución, y que prometía tener un futuro musical y poético muy atractivo e interesante... A partir de ahí, me dediqué a perseguir —en actitud vigilante— la edición de un nuevo disco del cantor canario.

Tuvieron que pasar cuatro años para que se volviera a producir mi reencuentro musical con Luis y sus canciones; ha sido a través de su nuevo disco, recientemente editado, con el título de Bailando con Vicent.

Bailando con Vicent es un disco que tiene un origen muy particular, es el resultado del encuentro de Luis Quintana con el escritor y periodista Manuel Vicent a través de lectura de dos de sus libros: Nadie muere en víspera (2004) y El cuerpo y las olas (2007), ambos recopilatorios de artículos publicados por Vicent en el diario El País.*

La lectura de aquellos artículos fueron removiendo la sensibilidad de Luis y provocándole un conjunto de sensaciones y de sentimientos que se fueron convirtiendo en la trama argumental —o en el referente— de sus nuevas canciones; experiencia creativa que vuelve a poner de manifiesto la fecunda relación que puede establecerse entre la literatura, la música y la canción.

Por otra parte aquellas mismas sensaciones y sentimientos surgieron en el universo imaginativo y creador de Luis Quintana en forma de imágenes; fue así como la palabra, la música y la imagen se hicieron cómplices originando una obra visual y auditiva compuesta de 12 canciones y 48 fotografías —cuatro por canción—. Fotografías que Luis piensa exponer en sus conciertos, cuando sea posible.

Entrando ya en el contenido concreto del disco Bailando con Vicent, hay que mencionar, en primer lugar, su belleza musical, los magníficos arreglos y dirección musical realizados por David Quevedo, y el compacto grupo de músicos que ha intervenido en su grabación: Juan Antonio Pérez Pulido, César Pérez, Yarel Hernández, Carlos Oramas, Javier Cerpa, Nauzet Barreto, Carlos Meneses, Kike Perdomo, Ernesto Alemán, Germán López, Osvaldo Hernánez y David Lorenzo y Nayra Carrasco haciendo los coros.

Respecto a los textos de las canciones y a su temática, nos encontramos frente a una obra que, fiel a su origen, surge con una gran riqueza literaria y que aborda un interesantísimo calidoscopio de experiencias y realidades vitales tanto en el ámbito afectivo, o más íntimo de Luis, como en su proyección y compromiso sociales.

Las experiencias del amor y del desamor ocupan, como es normal, un lugar importante en el nuevo disco de Luis Quintana.

 

El amor que es enamoramiento, pasión, imaginación, sexo y fantasía —bellísima la canción titulada 7 maravillas, en la que el amado descubre en el cuerpo de la mujer la presencia de las "siete maravillas del mundo": «En tu cuerpo hay siete maravillas y me pongo las lentillas para ver si eres verdad»—.

Y frente al amor, el desamor que es rutina, fracaso y soledad: «Cuando el tiempo le robó a la pasión la fantasía..., la rutina se instaló en nuestro agujero..., en el pecho un témpano de hielo..., los besos se nos pudren en los labios..., y cada uno, por su lado, a abrazar la soledad».

Magníficas las canciones que abordan el Swing; el tema generacional; el sentido y el valor de la vida«La vida es un misterio, la vida dura un beso..., y el tiempo que perdemos se queda sin usar»—; la presencia en nuestras vidas de la canción y su complicidad con el amor; la sexualidad —y su relación con la pasión y la fantasía—; la historia de Eva (Bailar) a la que le sirvió de excusa una manzana para abandonar la calma y vivir su liberación; o la canción Olimpo bajo, canción necesaria y urgente que nos devuelve el sentido mas crítico y combativo de lo que desde siempre fueron los cantautores en nuestro país y que nos llega a formular un principio que, en esta sociedad de consumo en que vivimos, pese a la crisis, no deberíamos olvidar: «En el mundo en que vivimos para hacer revoluciones lo mejor es no comprar». 

«La mediocridad llegó al poder [...]

Ahora la pantalla se ha llenado

de unos semi-dioses sin nivel

que empezaron en el Gran Hermano

y ahora van de tertulianos

con los dientes afilados,

afirmando por contrato

que la prima de un fulano

se acostó con no se quién.

¡No!... apaga la televisión

si lo que quieres es crecer,

si no te quieres oxidar». 

En resumen, Bailando con Vicent, de Luis Quintana, es un disco que recomiendo porque nos va a hacer disfrutar..., y disfrutar, en los tiempos que corren, es también muy importante para poder convertirse en un/una auténtico/a y eficaz revolucionario/a... ¡y falta que hace!

* Un proyecto similar al de Luis Quintana, pero desarrollado desde una perspectiva diferente, fue el que abordó Amancio Prada, hace más de veinte años, en su disco Navegando la noche (1988), obra igualmente inspirada en artículos escritos por Manuel Vicent.

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