Azote de trovadores (I)

por Xavier Pintanel el 24/05/2007 

Tengo un amigo grande de corazón aunque escaso de sexo que me comenta como es posible que yo —"Azote de trovadores" según él— desperdicie este espacio en publicar artículos "condescendientes", "lisonjeros" y "amariconados". La grandeza de corazón de mi querido amigo me obliga a una profunda reflexión y su falta de sexo a que pase por alto comentarios malévolos y, peor todavía, homófobos.

Mi amigo confunde respeto con condescendencia, admiración con lisonja y ternura con amariconamiento. Un servidor intenta, en la medida de sus escasas posibilidades —yo soy tercamente de ciencias—, uno decía, intenta transcribir aquello que ve, oye y vive; pasándolo todo por el cedazo de esa maravillosa subjetividad que nos hace distintos en lo particular y mezclándolo todo con un supuesto "sentido común" que nos hace iguales en lo universal.

Tiene parte de razón mi buen amigo porque cuando le vendí el proyecto e-pístolas puse mucho más énfasis en la parte canalla que en la reverente. Le puse la miel en la boca al comentarle mi intención de fustigar a cuanto fan (facción descerebrada) comulgara con ruedas de molino y a todo trovador bocazas, demiurgo, salvador de patrias y representante de los pueblos, que usara más la entrepierna que el corazón y que lo usara además donde y cuando no tocaba.

Pero mira por donde, será porqué el tiempo pasa y me voy poniendo viejo, será porqué vivimos entre la rabia y el espanto, quizás porqué cada vez hay más de lo que sobra y menos de lo que falta, mira por donde, faltando a mi intención primera, me apetece mucho más hablar de la ternura. Reivindicar la ternura aunque no esté de moda. Aunque no paguen por ello.

Acariciar la ternura en los tiempos de cólera.

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