Víctor Manuel
El gran mérito de un cantautor, del compositor de canciones, es saber empatizar con su tiempo y darle poesía. Pero mayor reto aún es adelantarse a los convencionalismos, romper la tela de araña que pende tantas veces entre sociedad y visibilidad, y alzar la voz: a favor o en contra.
La extensa obra de Víctor Manuel se ha movido con asombrosa coherencia entre estas dos aguas, con altos y bajos, aciertos y errores, que, en definitiva, suman lo que hoy más que un cancionero es un género en sí mismo.
Porque para escribir piezas preñadas de sensibilidad como Canción pequeña hay que haber compuesto antes temas nada afortunados como Trasgu, no nos engañemos. Cruzar de un lado del río a otro, y viceversa. Ése es el verdadero combustible del artista: la búsqueda constante.
Primero, en su prehistoria musical, que también es la personal, poniendo voz (más voz que acierto, bien es verdad) a los versos de Fina de Calderón; luego, desnudando de tipismo y complejos, aunque suene una contradicción, el folclore de su tierra Asturiana, algo a lo que nunca ha renunciado en las cuatro décadas posteriores; y, más tarde, con el hombre ya hecho, encajando su creatividad en su espacio ideológico. La llamada canción protesta: la canción urgente, como él mismo la ha calificado en alguna ocasión.
Años setenta, años de plomo, pero de esperanza: "Con un voto no cambiamos casi nada", y por eso se abrazaba a su guitarra para dar voz a los que se la arrebató un tiempo: a un alcalde de su pueblo, a un maquis innominado, a poetas silenciados por la mordaza de los fusiles y del destierro, a aquella adolescente que dio su vida por la revolución del 34; pero también al speaker callejero de funestas profecías; al viejo coronel que sólo se reconoce en el reflejo de un vaso de vino; a los sueños, al amor, a la vida en libertad.
Todo poeta pasa del "yo" ("Se me amontonan, madre, los recuerdos") al "tú colectivo": los fantasmas personales dejan paso al quiste social, a la colmena sin resolver. De nuevo, pionero; de nuevo, voz para los ahogados: "Quién puso más", "Sara", "El club de las mujeres muertas", "Desde mi libertad", "Sólo pienso en ti", "Ustedes no me recuerdan", "Mujer de Calama"… Y, ay, el amor: de hijo, de padre, de amante, de ciudadano, y vuelta a la vida.
Víctor Manuel no es la cara B de ninguna luna. Es la discreción de la noche, que está hecha para soñar. Y sigue empeñado en aquello que le llevó en 1964 a una academia de música de la madrileña calle de Sagasta: "No hay nada mejor que escribir una canción".
Así sea.
Los grupos canarios Los Sabandeños y Mestisay, junto a la voz de Olga Cerpa, revisitan el cancionero isleño y latinoamericano en Balada de Sabanda, un espectáculo conjunto que celebra la memoria musical de Canarias con una gira por todo el archipiélago.
El cantautor catalán Albert Pla celebra sus 35 años de trayectoria con una instalación sonora que proyecta su obra desde el subsuelo del Barri Vell de la ciudad de Girona y un doble concierto como parte del festival Strenes.
La cantautora y poeta argentina Caro Tapia presenta Mamífera, su cuarto álbum, una obra integral que combina música, poesía, arte digital y lenguaje audiovisual para narrar la experiencia profunda de la maternidad en cinco estaciones.
La cantautora Clara Montes presenta Marinera en Tierra, un homenaje que recorre el primer y último libro del poeta Rafael Alberti, con música original compuesta sobre sus versos, algunos inéditos, y una propuesta escénica que entrelaza flamenco, jazz y raíces mediterráneas.
La cantante carioca Nana Caymmi, hija del legendario Dorival Caymmi y figura emblemática de la música popular brasileña, murió este martes a los 84 años tras varios meses de complicaciones de salud. Su carrera, profundamente ligada a la samba y al bolero, dejó una huella imborrable en el panorama musical del país.