RETRATOS DE CANTANTES
Prólogo de Luis Eduardo Aute
Tal vez por encerrar conceptos tan antitéticos, música e imagen han ido siempre, a lo largo de los tiempos, atrayéndose la una a la otra pero sin encontrarse nunca hasta la aparición del cine. Es curioso que dos medios de expresión tan potentes, tan complementarios, no lograran antes esa reunión.
La música nace de una necesidad de expresar estados de ánimo: alegría, dolor, rabia, amor, miedo, soledad, tristeza... etc. Siempre emociones inequívocamente relacionadas con los sentimientos. Los materiales que utiliza la música son, esencialmente, ritmo, armonía, melodía; todos ellos elementos que pertenecen al universo del sonido.
Sin embargo y a mi modo de ver, la imagen fotográfica y/o la observación de esa imagen, no nace tanto de esa necesidad de expresar sentimientos. La imagen propone la perfección de la luz y la sombra, de lo evidente y lo oculto... En síntesis, la forma en su infinita morfología.
La imagen es un disparo a la diana de la retina que es donde se representa lo tangible. Pero el objetivo/subjetivo de ese disparo es lo intangible, el espacio de las ideas y conceptos, la transgresión de ese espejismo que llamamos realidad. La imagen intenta alcanzar/provocar, no tanto estados de ánimo emocionales sino estados de ¿ánimo? reflexivos, allí por donde los espejos entran en conflicto.
Podría establecerse un paralelismo entre música-espiritualidad e imagen fotográfica-materialismo, sólo que el desacuerdo histórico entre espíritu y materia no se da entre música y fotografía porque ambas disciplinas se desarrollan (o deben desarrollarse) desde el intento de transgresión de la realidad que es y debe ser, siempre, el acto creativo.
Pero faltaba ese lugar de encuentro entre música e imagen. Y apareció el cine, ese "melting pot" que se alimenta de imágenes, literatura, poesía, pintura, teatro, música, escultura... todas las artes en un nuevo arte que, a su vez, posee un lenguaje propio.
Pero temo estar alejándome del motivo central de estas palabras.
Volvamos al inicio de esta breve reflexión sobre el binomio musica-imagen fotográfica, querría añadir que (una vez "subjetivados" los "objetivos" anteriormente expuestos) es muy probable que la secreta intención del fotógrafo sea la de descubrirnos la música que las imágenes ocultan y la del músico, descubrirnos las imágenes que la música sugiere.
En resumen, ambos, músico y fotógrafo son dos caras de la misma moneda: la que representa el deseo de conocer mejor, llegar a la esencia, descifrar las claves del misterio que encierra el alma humana.
Juan (fotógrafo) Miguel (músico) Morales (ser humano) andan/anda, desde hace tiempo y con gran éxito, insistiendo en esa inquietante paradoja del ojo que escucha .... o el oído que ve.
Su trabajo, en esta ocasión, es un intento de captar, a través del objetivo de su cámara, los mundos musicales y literarios de unos artistas que han hecho de la canción su forma de expresarse. Es una aventura difícil, pero sólo lo difícil vale la pena para un artista como Juan Miguel.
Luis Eduardo Aute
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