53 Festival de Cosquín 2013

Raro, pero encendido. Un repaso por las nueve lunas de Cosquín 2013

por Pao de Senzi/Boletín Folklore el 01/02/2013 

Cosquín está raro, se escuchó decir en el primer minuto de la primera luna, apenas arrancó el festival. Está raro este festival, se escuchó en las calles, en la platea y en las peñas. Entre los periodistas, a los que muchas veces nos cuesta soportar tantas horas de grillas kilométricas y entre los artistas, a los que la espera los hace a veces no entender cuál es el sentido de tocar doce minutos en el escenario Atahualpa Yupanqui.

53 Festival de Cosquín 2013

© Paul Amiune

Cosquín está raro se dijo cuando en agosto, el festival casi no existía, y estaba a punto de desaparecer. Cuando en septiembre, no estaba ni siquiera plateado el festival y cuando en octubre la grilla brillaba por su ausencia. Cuando en noviembre el Festival Mayor de Folklore ya divisaba el abismo, y como si fuera poco, un enjambre político terminó por ponerlo a la orden de los titulares amarillos de los medios. ¿La plata está o no está?, ¿la Cámpora va o no va? ¿Se hace o no Cosquín? Lo cierto es que a fuerza de voluntades, y a contratiempo, el festival se hizo. A último momento apareció la plata, la grilla, los artistas, la comisión y los encargados de hacer andar esta máquina que motoriza al mayor encuentro de folklore del país.

Como nunca, el 1º de enero se dio a conocer una grilla casi definitiva en la que estaban todos y faltaban muchos. Alguien pensó en voz alta poner a Charly García con León Gieco y luego alguien lo desmintió. Otro habló sobre un homenaje a la Presidenta —algo que tampoco sucedió— y muchos se enojaron. Y así se fue armando y desarmando, hasta —incluso— el día previo a la inauguración, una grilla que nuevamente cobijó a casi todos.

No faltaron los taquilleros, como Jorge Rojas, Abel Pintos (el más convocante de esta edición), el Chaqueño Palavecino, León Gieco y Luciano Pereyra. Tampoco los artistas exquisitos que hacen temblar los corazones con el silencio de una Plaza obligada a escuchar, como Juan Falú, Mario Díaz, Pancho Cabral, Omar Moreno Palacios, Rubén Patagonia, Marina Carrizo, Chango Spasiuk, Raly Barrionuevo, Raúl Barboza, Franco Luciani, Jairo o el Trío MJC. Peteco deslumbró la primera noche y difícil fue remontar esa manera de involucrar sensaciones, música y palabras en un violín decidor; Bruno Arias dejó en claro que mereció la consagración que recibió, y Paola Bernal fue una digna representante de su ciudad. Su peña “El sol del sur” fue, durante las nueve lunas, el patio de atrás de la Próspero Molina, donde todo pasaba y tenía que pasar. Los Manseros, Los Carabajal y Los Coplanacu decididamente fueron los próceres de ese folklore que remite al patio de tierra, a las tardes de mate y encuentro, a lo simple y nuestro.

Tampoco faltaron en esta edición, las copias de Los Nocheros, atormentando a clásicos del folklore a 45 revoluciones por minuto, y con un volumen extraordinario de voces, que al parecer prueba que, a mayor decibel, mayor es la ovación y los gritos de las fanáticas.

Hubo artistas que pasaron por el escenario sin estridencias ni fuegos artificiales, ni papelitos de colores, pero dejaron una huella que los pone en la vitrina de lo importante del 2013: Nahuel Porcel, Juan Martín Medina, Mario Díaz, Milena Salamanca (revelación del 2012), Adriana Tula, Yamila Cafrune junto a Facundo Ramírez, Laura Ros, Laura Albarracín, Suna Rocha, Gloria de la Vega, Ana Prada, Teresa Parodi, y Liliana Herrero, que fuera de la grilla, actuó junto a la Delegación de Entre Ríos. Por otro lado, Leo Dan y los cuarteteros de Chébere, en la misma noche llevaron mucha gente, con otra historia pero cercana a lo popular, algo que dio un marco distinto al festival.

Las peñas como siempre, tuvieron su protagonismo a la hora de sumar gente y desenfundar artistas: a la ya nombrada “Sol del sur”, se sumaron la peña de Los Carabajal, La Fisura de Jorge Luis Carabajal, La Callejera, y La Salamanca, justo en diagonal a la Próspero Molina, para bailar, para escuchar, para permanecer y vivir el folklore con muestras, poesía, música y danza. La Confitería Real compitió con un antro divino que se dio en las madrugadas (o mejor dicho, las mañanas) de Cosquín: al desayuno con café con leche y medialunas de la confitería de la calle Perón, se sumaba el amanecer fernetero de la Priripincha, hasta que a Peteco se le antojaba dejar su violín para ir a dormir.

El río, fue nuevamente testigo de los espectáculos callejeros y de la tradicional chaya de Sergio Galleguillo, un clásico que coincide con el día de su cumpleaños. Esta vez reunió más de 2000 personas en un mediodía caluroso, regado con agua y embadurnado con harina.

El Encuentro de Poetas de la escuela Roca arrojó momentos entrañables, como la presencia de Florencia Dávalos, la del poeta riojano Hugo Gatica, Pancho Cabral y un cierre de lujo con la cantora cordobesa Adriana Celiz. Bajo la luna, y en la penumbra, los colores de la poesía se encontraron cada noche y fueron un remanso al bullicio eterno de la avenida San Martín.

Las calles, este año menos concurridas (la gente entró más a la Plaza), también tuvieron sus momentos de guitarreada y paso lento frente a algún novel artista que mostraba su arte. Dentro, la Próspero Molina arrojó resultados inesperados, como la concurrencia de la última noche, (con un 70 por ciento ocupado), o las entradas vendidas por Abel Pintos, el artista más convocante de esta edición.

Y una apreciación final. Este año, Cosquín se consagró como el festival de muchos grupos FAP (término creado por el periodista Santiago Giordano al describir a los que “suenan fuerte al pedo”). Uno se pregunta si el folklore está perdiendo credibilidad y contenido por culpa de estos cantores que, con propuestas que dejan de lado la poesía y la palabra para competir por quien canta más fuerte, logran las mayores ovaciones de la noche. El fraseo se perdió frente a los contrapuntos de voces que, francamente, en muchos casos dejan sordos a cualquiera.

Si los Nocheros iniciaron este camino de sonido descontrolado que hoy siguen muchos artistas, y al que ellos mismos se prenden (a juzgar por la actuación de la última noche), nos preguntamos qué quedará para aquellos que, como Mario Díaz, Adriana Celiz, Pancho Cabral, Paola Bernal o Laura Albarracín, por nombrar algunos, ponen la palabra por sobre la voz. O para artistas como Chango Spasiuk, Raúl Barboza, Franco Luciani o los consagrados MJC, para quienes los instrumentos hablan por sí mismos.

Pensando en esto último y recorriendo con la memoria ese aplauso sostenido a Juan Falú en la noche de Jorge Rojas, todavía podemos decir que el folklore sigue latiendo, y con toda la suerte. ¡Salud Cosquín!

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