56 Festival de Folclore de Cosquín 2016
Segunda y tercera luna de Cosquín: Del remanso a la fiesta
La segunda y tercera luna tuvo fiesta riojana, salteña y cuyana. Romance y remanso, harina y albahaca. Lunas para todos los gustos en Cosquín 2016.
La segunda y tercera luna tuvo fiesta riojana, salteña y cuyana. Romance y remanso, harina y albahaca. Lunas para todos los gustos en Cosquín 2016.
La Bruja Salguero en Cosquín.
© Paul Amiune
Todas las regiones, de fiesta en fiesta —conjunción de los títulos con los que se presentaban estas noches del festival— podrían llamarse la segunda y tercera luna de Cosquín. Domingo y lunes, dos jornadas en que los sonidos llegaron desde los cuatro puntos cardinales, y desde distintas propuestas que, volcadas en el escenario Atahualpa Yupanqui, tuvieron una excelente respuesta del público (a pesar de la lluvia) y no dejaron que el fuego de la primera luna se apague.
El santafesino Leandro Lovato desplegó su talento para conquistar y despertar al público que recién llegaba a la Próspero Molina el domingo, y minutos más tarde cuyo se vio reflejado por dos exponentes como Pocho y Jorge Sosa, quienes le dieron —junto a Jairo, que cantó más tarde— el toque de distinción y remanso a una noche que tendría también a Coco Gómez y Emiliano Zerbini en el folklore de raíz. Daniela Azas y el conjunto de malambo El Arriero fueron los ganadores del Pre Cosquín que tuvieron su luna sobre el escenario Atahualpa Yupanqui, mientras que Luciano Pereyra fue el encargado de cerrar la jornada, entregando —y entregándose— a la platea colmada. La lluvia que había amenazado cerca del comienzo, era un recuerdo cuando Luciano subió a cantar, y se quedó con la madrugada a sus pies.
El lunes, Sergio Galleguillo abrió su noche y —al parecer, según dijo— con él comenzó el verdadero Cosquín. Más tarde, en conferencia de prensa se disculpó con los artistas que pasaron por las lunas previas, especialmente con Luciano Pereyra. El riojano, que actuó poco más de media hora, dejó una platea bailando chaya enharinada, olor a albahaca y el escenario resbaladizo.
La Bruja Salguero tuvo la tarea de ser la sucesora de Galleguillo y convencer a un público que seguía pidiendo otra. La Zamba para Olvidarte, en el arranque bajó los decibeles y de a poco todos se fueron sentando en sus butacas, mientras la voz de la riojana acompañaba canciones de su último disco Grito Interior, y del que grabó junto al riojano Bruno Arias, a quien tuvo de invitado, como también a Josho González. El cierre fue con Grito Santiagueño, otro remanso en estas dos noches que si bien fueron convocantes y con números interesantes, vibró de distinta manera. La voz de la Bruja, a veces llega al punto de la emoción, en ella —especialmente en esta actuación dedicada a su madre, recientemente fallecida— y en el que la escucha. Esa última interpretación de la zamba de Raúl Carnota fue otro de los guiños al festival, y de éste —por volver a elegir a esta magnífica artista— a esos cantores que atraviesan el alma.
La Delegación de Salta llego con una postal musical y poética y sus cantores y bailarines, mientras que Aguablanca, ganadores del pre Cosquín y la revelación, Javier González, también fueron parte de la noche. Los sanjuaninos de Labriegos, llegaron con su folklore cuyano y carisma de sus integrantes y conquistaron con cuecas y tonadas a un público ávido de chaya y tradición salteña. Mariano Luque eligió un buen repertorio, comenzando con el corte de su disco Peregrinos, con la emoción a flor de piel en su primera vez en el festival, la invitación a la poderosa voz riojana Marta Chancalay y un artista plástico pintando en vivo y al Ballet Pampa y Huella, un combo con el que mantuvo en alto la noche para no perder el hilo de fiesta que tenía una platea atenta a la actuación del Chaqueño Palavecino, que cerraría la noche.
Alejada de la palabra y los silencios de la primera luna, las que le siguieron le pusieron fiesta, color —y sobre todo harina y albahaca— a un Cosquín que recuperó en parte el duende, y sin embargo, trata de mantener ese puente entre lo más popular y lo sutil. En cuanto al público, está abierto a nuevas propuestas, pero también espera en esa ruta que lo aleja de la realidad que vive todos los días y para ir hacia la diversión y la fiesta.
El encuentro de los que hablan de poesía
Otro era el silencio que se vivía en el teatrino del Centro de Convenciones, frente la plaza San Martín. Allí comenzaba, cerca de las 22 horas el Encuentro de Poetas con la Gente, a sala llena, y con un homenaje a Yupanqui, de la mano de José Ceña y la presentación del responsable del encuentro, Hugo Rivella. La palabra también estuvo a cargo de los poetas Inés Manzano, el catamarqueño Alfredo Luna, y los coscoínos Miguel Vera y Peri Luna.
La música continuó con Miguel Ángel Toledo y Mariano Clavijo. El silencio que abrazaba la sala era tan estremecedor como íntimo, mientras las palabras de los poetas fluían a través de la noche. La otra historia del festival comenzaba bajo un cielo plomizo, que anticipaba una lluvia que, a pocas cuadras en la plaza del folklore, refrescaba los cuerpos enharinados y perfumados de albahaca.
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