Silencio
nos cubrió un silencio como nieve.
Fue borrando todos los senderos,
cubriendo de escarcha nuestros muebles.
Y en la sobremesa, guerra fría
y ese silencio de alambrada
rodeando la casa vacía
y cerrando todas las ventanas.
Tu silencio a todo contagió,
fue creciendo como enredadera.
Saltó de tu boca al exterior
y entró por la mía a mi cabeza.
Como en el espacio sideral,
nuestros gritos nunca se escucharon.
Tampoco el estruendo de cristal
de mi corazón amordazado.
Silencio, sólo silencio,
como una lluvia fina en nuestra cama
llenando de alfileres las almohadas.
Silencio, sólo silencio.
Tocaba un funeral cada domingo
velando el muerto que dormía contigo.
Silencio, sólo silencio.
La casa en pleno invierno nuclear.
Como una iglesia, pero sin altar.
Silencio, tanto silencio.
Y yo, olvidando todas las palabras
para curar tu lengua mutilada.
Y yo, olvidando todas las palabras.
De tanto callar, me fui perdiendo.
Olvidé decir lo que sentía.
Y así, silencioso, me hice viejo
en apenas unos pocos días.
No sé en qué momento se perdió
el verbo que nos entrelazaba.
Casi no recuerdo ya tu voz
maldiciendo la palabra dada.
Silencio, sólo silencio,
como una lluvia fría en nuestra cama
llenando de alfileres las almohadas.
Silencio, sólo silencio.
Tocaba un funeral cada domingo
velando el muerto que dormía contigo.
Silencio, sólo silencio.
La casa en pleno invierno nuclear.
Como una iglesia pero sin altar.
Silencio, tanto silencio.
Y yo, olvidando todas las palabras
para curar tu lengua mutilada.
Y yo, olvidando todas las palabras.
Y una noche, ya de madrugada,
recordaba nuestro amor insomne
y, como una risa inesperada,
sin pensarlo pronuncié tu nombre.
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