Reedición de un disco excepcional
Pensión Triana o las esencias de Javier Ruibal
Cuando se publicó la primera edición de Pensión Triana, Javier Ruibal dijo que la singularidad debía ser la meta de todo artista, sabedor de poseer él mismo como artista el don de la singularidad, las señas de identidad de un estilo que llegó solo y que pronto llamó la atención de algunos renombrados compañeros de oficio.
Cuando se publicó la primera edición de Pensión Triana, Javier Ruibal dijo que la singularidad debía ser la meta de todo artista, sabedor de poseer él mismo como artista el don de la singularidad, las señas de identidad de un estilo que llegó solo y que pronto llamó la atención de algunos renombrados compañeros de oficio.
El fuerte corpus lírico-musical del cantautor portuense está perfectamente dibujado en los lienzos que habitan en Pensión Triana. Por eso hay que celebrar el acontecimiento de ver este disco lujosamente reeditado para gozo de la inmensa minoría que sigue a Ruibal y conoce los cuidadosos pliegues con los que está tejido su canto.
Pensión Triana refleja la travesía del mestizo que ha bebido tanto de Frank Zappa como de Camarón y es reflejo también de su indiscutible personalidad como creador de canciones, algunas tan rotundamente líricas como Y la noche afuera donde entramos en el territorio de la sensualidad que brilla en su cancionero amoroso. Ruibal eligió la prestancia de sus directos para releer su obra y para presentar las nuevas creaciones que iba sumando a su repertorio. Para la ocasión convocó a músicos cómplices como Antonio Toledo, Chano Domínguez, Jorge Pardo, John Parsons, Luis Dulzaides o Guillermo McGill. Todos sumaron talento y profesionalidad para hacer de Pensión Triana su mejor disco hasta la fecha tras Duna, Cuerpo Celeste y La piel de Sara.
Ruibal es un cantautor que nunca se vio tentado por las modas y que enriquece un término como el de cantautor que arrastra demasiados prejuicios y no admite lecturas apresuradas. Pensión Triana apareció en 1994 y fue de los mejores discos de canción de autor que se grabaron en España aquel año. Poco importa que Ruibal siguiera siendo para muchos un bardo secreto, un músico errante y desconocido que voceaba coplas de ascendencia árabe y flamenca como podía testimoniar Bulerías.
Canciones de la calidad de La flor de Estambul, La rosa azul de Alejandría, La gloria de Manhattan o Tu sonrisa admiten poca discusión y son muestras relevantes del mejor Ruibal, un artista que huye de la facilidad, de los sonidos efímeros y plasma con su guitarra el mapa de los sentidos y de las emociones más profundas.
El universo intimista del andaluz solitario convive en Ruibal con la prosa abierta, callejera y extrovertida del retratista ingenioso, del certero contador de historias. Por eso asoma por un lado una canción descriptiva, de interiores del alma como Pensión Triana – que da nombre al disco- y por otro una canción como ¡Ay!, pelao que sigue sirviendo de traca casi final en muchos de sus recitales.
A Ruibal las canciones nunca le llovieron abundantemente de las manos. Por eso su obra ha ido haciéndose con mucho mimo y tiento, tomándose cierto respiro creativo entre disco y disco. Eso le ha salvado de reiteraciones excesivas, de lugares comunes, de posibles desganas creativas. Pensión Triana marca en cierto modo la madurez de quien ha alcanzado una voz propia, segura de sí misma, y se siente gustoso de compartirla con el mundo. El entusiasmo de esta grabación perdurable es innegable y llena cada uno de los instantes de un disco que cierra la historia de Tanguito y que ahora tenemos la oportunidad de recuperar en una edición de lujo con ilustraciones maravillosas de Santos de Veracruz.
Mientras nos seguimos sumergiendo en la magia de Pensión Triana aguardamos la llegada de Sueño, un álbum en directo y en clave sinfónica que nos deparará sin lugar a dudas una agradable sorpresa y una muestra más del espíritu inquieto del cantautor portuense.
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