20 aniversario de su muerte

Armando Tejada Gómez: la estética de la integración

AGENCIAS el 03/11/2012 

El poeta mendocino Armando Tejada Gómez, de cuya muerte hoy sábado se cumplen veinte años, promovió una estética integradora del mapa musical argentino tan distante del costumbrismo simplón como del acto mercantil que corroe el gesto artístico.

Armando Tejada Gómez

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Télam/ Mariano Suárez - Escritor, poeta, locutor, Armando Tejada Gómez no sólo alumbró canciones emblemáticas del patrimonio musical sino que interpeló ese linaje sonoro desde una mirada reflexiva e incómoda.

El Movimiento del Nuevo Cancionero, que fundó en 1963 junto con Mercedes Sosa, Óscar Matus y Tito Francia, entre otros, expresó aquella posición que cuestionaba "el folclore de tarjeta postal" y apostaba por "una toma de conciencia" que condujera hacia la comunión de los diferentes paisajes regionales.

En esa apuesta, el mendocino entregó obras como Zamba del laurel o Chaya de la albahaca (con Gustavo "Cuchi" Leguizamón); Canción con todos y Canción de las simples cosas (con César Isella) o Zamba azul y Regreso a la tonada (con Tito Francia).

Tejada Gómez nació el 21 de abril de 1929 en Mendoza y fue el penúltimo de 24 hermanos.

Trabajó desde los 6 años (fue canillita, lustrador de zapatos y, más adelante, obrero de la construcción) y su afinidad con las letras se constituyó al margen del sistema escolar.

Mientras trabajaba como locutor y obrero, Tejada Gómez comenzó a componer con el mendocino Óscar Matus, con quien conformó una fructífera sociedad musical (Tropero padre, Coplera del viento, Los hombres del río).

En 1954, afinales del primer peronismo —al que cuestionaba por su perfil autoritario—, obtuvo su primer premio literario por su obra Pachamama: poemas de la tierra y del origen.

Tras el golpe de Estado del 55, Tejada Gómez inició un viraje en sus posiciones estéticas y políticas.

Contaba que había cambiado su manera de escribir porque los obreros de la construcción le reprochaban que "escribía cosas que nadie entendía". De a poco, la palabra de Tejada Gómez se acercó a la cuestión social.

Tuvo una intensa aunque fugaz participación en la UCR Intransigente que lideraba Arturo Frondizi, pero rompió filas con el giro gubernamental hacia las posturas desarrollistas que llamaban a la inversión extranjera.

En 1957 encontró en Mercedes Sosa, entonces una desconocida cantante tucumana (recién casada con Matus), la caja de resonancia más potente para sus obras.

El primer álbum de Mercedes, La voz de la zafra, incluyó ocho canciones de Tejada Gómez.

Fue el prólogo del Movimiento del Nuevo Cancionero, fundado en 1963, que proclamaba la falsedad de la oposición entre el tango y el folclore; abogaba por la integración de los ritmos regionales y rechazaba las manifestaciones puramente comerciales.

"Esta música va desde la baguala al tango. Porque el acervo popular es nuestro patrimonio inalienable y no estamos dispuestos a renunciar a ninguna porción de él y como autores e intérpretes, afirmamos nuestra vocación de expresar limpiamente todo lo que entrañablemente amamos de esta tierra, donde duermen nuestros abuelos y despiertan nuestros hijos", afirmaban entonces Tejada Gómez y Matus.

En ese espíritu, Mercedes Sosa lanzó en 1965 su álbum Canciones con fundamento, cuyo reconocimiento se disparó cuando Jorge Cafrune le cedió a la tucumana un espacio en el Festival de Folclore de Cosquín de ese año.

El Movimiento del Nuevo Cancionero se irradió hacia América Latina, al tiempo que ganó la oposición de sectores conservadores que los consideraban al margen del folclore.

Sin embargo, en los años siguientes, y con especial vigor a partir del golpe de Estado de 1976, muchos artistas confluyeron en el espíritu del Nuevo Cancionero: Hamlet Lima Quintana, León Gieco, Víctor Heredia, Chango Farías Gómez, Gustavo Leguizamón y Manuel Castilla, entre tantos.

Tejada Gómez se ubicó siempre lejos de las comodidades. En 1967 fundó una peña, "Folklore 67", que convocaba a músicos de estilos y lenguajes diferentes como, por caso, Los Nocheros de Anta, Dino Saluzzi, Rodolfo Mederos y Cuarteto Zupay.

Ese criterio unificador lo acompañó hasta la muerte, que lo alcanzó el 3 de noviembre de 1992.

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