55 Festival de Folclore de Cosquín 2015
Los cantores que mantienen de pie al festival de Cosquín. La canción urgente
En la segunda luna, momentos que dejaron de pie a un festival que tambalea, entre propuestas olvidables como la presencia de Aníbal Pachano y Martin Monguzzi. Respuestas al grito y la arenga fácil, y el ridículo sobre el escenario Atahualpa Yupanqui.
En la segunda luna, momentos que dejaron de pie a un festival que tambalea, entre propuestas olvidables como la presencia de Aníbal Pachano y Martin Monguzzi. Respuestas al grito y la arenga fácil, y el ridículo sobre el escenario Atahualpa Yupanqui.
Víctor Heredia en Cosquín.
© Paul Amiune
Cuando la canción llega al sol, como decían los versos de Luis Alberto Spinetta, ilumina más allá de las pretensiones de los que quieren poner oscuridad a las cosas. Algo así sucedió en la segunda luna de Cosquín, en una noche en la que aún se recordaba la presencia de Pedro Aznar del sábado, pero que proponía, desde la grilla, algunos momentos interesantes. La presencia de Víctor Heredia y Mario Bofill, prometía el compromiso y la sencillez de las historia de pueblo adentro, según los protagonistas. Los 4 de Córdoba junto a la Orquesta Sinfónica dirigida por Julián Pelusa Navarro, recorrerían su clásico repertorio y dejarían una plaza cantando; Los Huayra entregarían sus canciones a los más jóvenes y Los Sacha volverían luego de largo tiempo de ausencia, a hacer bailar a todos.
Cerca de la medianoche, la coscoína Paola Bernal desplegó el cancionero de Violeta Parra, en un homenaje en el que su voz emocionó desde la interpretación, primero con Arriba Quemando el Sol, junto al riojano Pacho Cabral, la danza de Belén Ghioldi, y la invitación al jujeño Bicho Díaz, con un tema dedicado a la cantautora chilena. Luego, en el final de su set, Bernal convocó a los cordobeses Mery Murúa, Juan Iñaki y José Luis Aguirre para estrenar un tema de este último, dedicado al artista plástico coscoíno Jorge Mattalía, quien fuera el autor de los dibujos de los libros Los Poetas que Cantan, que edita todos los años el festival a propósito del encuentro paralelo que se realiza desde hace 14 años.
"Pa que broten las canciones/ pa que vuelvan a la plaza los pájaros de Mattalía… antes de la copla mancillada/ de mi garganta cantora bota el ahora" cantaron, intercambiando con el recitado de Aguirre, mientras una plaza en silencio bebía cada verso, acaso pensando en lo significativo de esas palabras. La canción recuerda esos momentos en que Cosquín pone en relieve la palabra, el canto comunitario, el compromiso, la esencia perdida del festival, y esos cantores que hoy todavía toman la palabra y por suerte tienen voz para decir sobre el escenario lo que hay que decir.
Segundo momento de relevancia y emotividad, fue la delegación de Córdoba, con un homenaje al Chango Rodríguez, comandado por el músico Martín Oliva, sobre una idea de Tito Acevedo. Junto a Mery Múrua, Liliana Rodríguez, Hernán Garaballo, Horacio Burgos con Diego Clark, en percusión, y Fernando Bobarini, en bajo y Claudio Juárez, (el histórico conductor del festival que este año no forma parte por cuestiones de quien sabe qué destino político) culminó con la presencia de Lito Soria, el histórico compañero del Chango en sus andanzas musicales como Los Tres de la Cantina o Los de Alberdi, cantando Luna Cautiva con el público en otro momento mágico de la noche. Se escucharon De mi Madre en la voz de Mery, De Simoca por Garaballo, Vidala tengo una Copla por Rodríguez y Luna de Tartagal, en la voz de Martín Oliva, cuyo personal estilo le dio al taquirari aires de bossa nova.
Entonces, la noche, que tuvo un marcado acento cordobés, pudo superar algunos trances olvidables, que hacen que el festival regrese a fojas cero y en minutos todo se haga trizas. Pasado el concierto de Los Huayra, de la emoción que quedaba en el aire luego de que Víctor Heredia convocara a unirse para salir adelante ("es la única manera", dijo), de la palabra de Bofill, de la solidaridad de Paola Bernal, de la historia representada en Lito Soria, de la nostalgia provinciana con Los 4 de Córdoba y de retomar la esperanza de que aún existan creadores como José Luis Aguirre, fuera de toda manifestación folklórica, cultural y de buen gusto, el cordobés Martin Monguzzi, cuyo repertorio se acerca al estilo romanticón y comercial sin que ello desmerezca su carrera, invitó a la vedette de las temporadas carlospacenses, Aníbal Pachano, a bailar y cantar sobre el escenario Atahualpa Yupanqui.
Y entonces la canción, continuó sonando desde lugares alejados —aunque no tanto— de la Próspero Molina.
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