Augusto Blanca: que treinta años no es nada...
Augusto Blanca en la Sala Luz de Gas.
© Xavier Pintanel
Concierto: Augusto Blanca. BarnaSants
Lugar: Luz de Gas
Fecha: 13 de marzo de 2008
Augusto es dulce como la ternura, su interior tiene la belleza de un campo de girasoles, su voz es la mensajera de la ventura. Adoro todo en este hijo de Banes Uno de los mayores poetas-trovadores de Cuba. Sus canciones van del amor a la vida, a los sentimientos patrios, a su adoración por los niños, a las luciérnagas que iluminan los caminos. De la pequeña boliviana sin mar, al muchacho guerrillero nicaragüense, de los garotos brasileños, al hijo venerado.
Marilia Guimarães (Nuestros años en Cuba, un exilio entre sinsontes y el sabiá; Casa Editora Abril, Cuba, 2008)
Cuando se tiene delante a Augusto Blanca, uno no acaba de ser consciente de que está ante un pedazo de la historia de la música cubana. Quizás porque la fama lo ha tratado mal —debe ser difícil crecer al lado de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés—, quizás por su humildad, quizás porque desprende ese aroma de "hombre común", tan común que sólo aspira a cantar lo que nos pasa, sin grandes fastos ni épicas. Un hombre con los mismos sufrimientos e inquietudes que tú y que yo. Que ama a su mujer y extraña al hijo que ya no quiere ser piloto pero voló lejos y al que regresó a su asteroide.
Pero cuando se repasa su biografía, se conoce su vinculación al teatro, se calcula su larga lista de premios y se enumera la nómina de trovadores que han compartido escenario con él o que han cantado sus canciones; entonces, el escenario —al escenario de su biografía me refiero— cobra otras dimensiones un tanto épicas a pesar del intenso lirismo que desprenden sus creaciones.
Hacía treinta años que Augusto no pisaba un escenario barcelonés. La última vez fue nada más y nada menos compartiendo escenario con Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Sara González, Amaury Pérez, Miriam Ramos, Pedro Luis Ferrer, Manguaré y el GES del ICAIC en pleno. Ahí es nada, como para olvidarlo.
Cientos de canciones han llovido desde entonces. Y muchas de ellas volaron esta noche en una sensible antología donde desfilaron las canciones de amor, a su esposa —eternamente Rosy— como Regalo nº 1 y a sus hijos (Desde Nicaragua y La cosecha). Canciones al pasado (Poblina del tiempo que pasó, Poblina de la nueva glorieta, Caminito de la playa) y guiños a la Trova Tradicional Cubana (Pensamiento de Rafael Gómez, Retorna de Sindo Garay y Juramento de Miguel Matamoros). Grandes clásicos (Trovada nº 1, Soñar a toda costa, A golpe de canción, El tercer deseo, No olvides que una vez tú fuiste sol) y desconocidas inéditas (Mayo, A qué tanto). Canciones de su disco más reciente (Ay amor, otra vez, Danza humo, Penélope de la década del 80, Luna trovera) y homenajes a Antonio Guerrero (Sin reprocharme) y a Nicolás Guillén (Guitarra). Un buen repertorio, una buena antología y un hermoso recuerdo que nos deja Augusto esperando que la próxima vez no sea dentro de treinta años.
Y si lo es, que nos encuentre con salud.
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