53 Festival de Cosquín 2013
Cuarta luna de Cosquín. Entre el perfume de mujer y el rugido del León
León Gieco cerró la cuarta luna con un concierto de más de dos horas que terminó a las siete de la mañana, Teresa Parodi y Ana Prada, se jugaron con un repertorio inédito, Baglietto y Vitale presentaron clásicos y Rolando Goldman protagonizó uno de los momentos más lindos de la noche: el Himno Nacional Argentino coreado por la platea, en penumbras.
León Gieco cerró la cuarta luna con un concierto de más de dos horas que terminó a las siete de la mañana, Teresa Parodi y Ana Prada, se jugaron con un repertorio inédito, Baglietto y Vitale presentaron clásicos y Rolando Goldman protagonizó uno de los momentos más lindos de la noche: el Himno Nacional Argentino coreado por la platea, en penumbras.
Teresa Parodi, Ana Prada y Yusa anoche en la cuarta luna de Cosquín.
© Paul Amiune
Luna de mujeres, luna de voces que inspiran momentos, de murallas de sonido que crean climas, luna de litoral comprometido, de recuerdo, de la pampa al sur, de la electricidad que dio origen a un movimiento y una cultura cordobesa de nuevos artistas. Luna de un león rugiendo cerca de las cinco de la mañana, con el aguante de su gente, a pesar del frío que calaba los huesos. La cuarta noche coscoína tuvo todas esas lunas en una sola, la de la música, la cultura y el canto nuestro.
Abrieron el fuego tres mujeres, cantoras y compositoras: la correntina Teresa Parodi, la uruguaya Ana Prada y la cubana Yusa, que se unieron en medio de esas orillas por las que transita cada una de sus músicas. Prada y Parodi presentaron temas del disco que están grabando juntas, y Yusa acompañó la aventura de tocar para quienes recién ingresaban a la Próspero Molina. Esa Musiquita sonó fuerte, y el coro se hizo eterno. Sería una noche donde la voz femenina ocuparía un lugar importante de la grilla: Liliana Herrero, que este año no formó parte de la cartelera, y su voz cantando a Chacho Muller (Creciente de nueve lunas) como integrante de la delegación de Entre Ríos; Laura Albarracín remontando los aplausos tardíos de Baglietto y Vitale a fuerza de Yupanqui y una versión entrañable de Amiga, yo estaré lejos que logró silenciar a la platea; la riojana Gloria de la Vega y su voz resistiendo el frío y los gritos pidiendo a León Gieco, y María Luz y Sonia Vega en el comienzo, presentando sus propuestas musicales.
Pero la cuarta luna también se nutrió de artistas como el dúo Orellana- Lucca, que despertó en zambas y chacareras la platea, el misionero Joselo Schuap trajo el litoral y el compromiso; Bicho Díaz a La Eléctrica Folklórica en su regreso a Cosquín después de muchos años de ausencia en un power set que dejó caliente el escenario a pesar del corto tiempo que tuvo; Enrique Espinoza su larga trayectoria de compositor y cantor; los payadores con Nicolás Membriani al mando para el homenaje a los grandes artistas, Lucas Segovia, Efraín Colombo y Los Caldenes, la pampa al sur de Yacomuzzi y Delfor Sombra, Rolando Goldman y su maravillosa manera de decir con el charango, y en penumbras hacer cantar a todos el Himno Nacional Argentino, y los encargados de esos climas que envuelven el alma: Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale, encontrados nuevamente en este escenario con clásicos como Historia de Mate Cosido, No me Olvides, Tonada del Viejo Amor y El Témpano, cerrando un punto alto de una noche pareja en cuestión de artística.
León Gieco había decidido tocar al cierre de la noche. La hora pautada sería a las cinco de la mañana, pero antes que él, un número importante de artistas quedaba en la gatera. Pasarían a una velocidad de rayo, con poco menos de 12 minutos cada uno y con la platea en vilo, esperando al artista de Cañada Rosquín. Uno se pregunta si Gustavo Chazarreta, El Ensamble Cruzao de Colombia, Los Soñadores, Marcelo Córdoba y la misma Laura Albarracín (de quien hablamos antes, pero repetimos: logró remontar el pedido de regreso de Baglietto y Vitale y la impaciencia por León Gieco), hubieran podido ocupar esos lugares si se les hubiera antojado.
Pero Cosquín es Cosquín y el público, esta vez especial, abocado a un ídolo que nunca se quema, sino por el contrario, resiste al paso de los años y las culturas porque crea él mismo su propia magia, estalló en una ovación cuando Gieco subió al escenario. Un repaso por sus clásicos, un homenaje a la mujeres, parte de Ushuaia a la Quiaca, y un cierre con el sol de las siete asomando tras lo cerros fue el marco del concierto de dos horas del cual el autor de Cachito fue protagonista. “Ahora vamos a cantar el himno” –dijo- y disparó Kilómetro 11. Ovación y luego silencio, para el homenaje a las madres y abuelas de Plaza de Mayo, con La Memoria. Ya aclaraba y la magia de Cosquín, una vez más se hacía presente.
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