«Finire in bellezza»

Raimon, camino a la posteridad

por Xavier Pintanel el 08/05/2017 

El pasado viernes 5 de mayo el trovador valenciano Raimon inició el primero de los doce conciertos en el Palau de la Música Catalana de Barcelona que durante este mes servirán de despedida a su carrera y que culminarán el 28 de mayo, última vez en que tendremos la ocasión de escucharlo en vivo.

Raimon, camino a la posteridad.

© Xavier Pintanel

Raimon.

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Raimon.

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Raimon.

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Raimon.

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Raimon.

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Raimon.

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Raimon con su banda.

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Decir que el concierto del viernes de Raimon fue el primero de los doce pasos que lo situarán directamente en la Historia podría parecer un mensaje rimbombante y cargado de una épica excesiva y efectista, pero —obviando el hecho de que el trovador valenciano ya hace tiempo que está en ella— después de su anunciado e inapelable retiro tras estos últimos doce conciertos, uno tiende con dolor a renunciar a la crónica y abrazar el epitafio.

Y es que esta crónica de una muerte anunciada —la del artista, por supuesto; la persona afortunadamente goza de buena salud— remueve las entrañas de aquellos que tenemos a Raimon imbricado en la banda sonora de nuestras vidas.

Raimon apareció con su habitual cuarteto —Miquel Blasco (guitarra), Joan Urpinell (guitarra), Fernando Serena (contrabajo) y Pau Domenech (vientos)—, su clásica camisa roja y rostro emocionado, que se tornaba solemne y trascendente cuando sonaban los primeros acordes de cada canción.

"Hemos preparado 50 canciones de las que en cada noche cantaremos 35", dijo al iniciar el concierto". Y acertó en la selección aunque también lo hubiera hecho con otras 50 distintas porque Raimon, como todos los grandes —Silvio, Serrat, Aute—, tiene suficientes canciones extraordinarias como para llenar horas de concierto sin que sobre ningún tema.

Obviamente no podían faltar los grandes "clásicos" como Al vent, Diguem no, Jo vinc d'un silenci, He mirat aquesta terra, D'un temps, d'un país, Com un puny o Veles e vents que no sonaron mayores que otras de su primera época como Som o La nit; o recientes como He passejat per València sol, Si miraves l'aigua, Punxa de temps o Mentre s'acosta la nit.

Raimon se detuvo lógicamente en los poetas —a los que muchos descubrimos a través de su voz— desde los clásicos como Ausiàs March (la citada Veles e vents y Si com lo taur), Joan Roís de Corella (La balada de la garsa i l'esmerla), Joan Timoneda (Bella, de vós só enamorós) y Anselm Turmeda (Elogi dels diners), hasta contemporáneos como Salvador Espriu (Indesinenter, Petita cançó de la teva mort y He mirat aquesta terra).

Tiempo también para sus canciones de siempre como Entre la nota i el so, No el coneixia de res, Lluny de la pedra i de l'aigua, Fou un infant, Al meu país la pluja, Soliloqui solipsista, Molt lluny, L’única seguretat, La mar respira calma, Quan jo vaig nàixer, 18 de maig a la Villa, T’he conegut sempre igual o Parlant-me de tu; para otras poco habituales en sus conciertos como Pensament; y también para canciones todavía inéditas en estudio como I nosaltres amb ells y Napolitana per a tu.

Tiempo de homenaje también para Víctor Jara con Amanda, una de las dos únicas canciones que ha grabado Raimon que no son de su autoría, publicada a principios de 1974 en el disco A Víctor Jara, álbum que, según contó, no fue prohibido por el franquismo "porque la censura no sabía quién era Víctor Jara".

A pesar de citar, no sin cierta ironía, aquellos versos de Rubén Darío que dicen "Oh, qué anciano soy, Dios santo, oh, qué anciano soy!", Raimon mostró potencia, vigor, juventud y rigor. Aquello a lo que nos tiene —tenía— acostumbrados. Si realmente quería "finire in bellezza", como dijo en la conferencia de prensa de presentación de los conciertos, cumplió sobradamente su objetivo. No imagino mejor manera de terminar. El próximo 28 de mayo, empieza la leyenda.

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