Festival Únicos Buenos Aires 2018
Serrat llenó el teatro Colón de Buenos Aires con sus clásicos
En la inauguración del ciclo de seis noches que el renombrado teatro porteño presentó como Festival Únicos, el cantautor catalán presentó un amplio repertorio de canciones en una noche en donde la protagonista fue la música.
En la inauguración del ciclo de seis noches que el renombrado teatro porteño presentó como Festival Únicos, el cantautor catalán presentó un amplio repertorio de canciones en una noche en donde la protagonista fue la música.
Joan Manuel Serrat en el teatro Colón de Buenos Aires.
Télam | Mariano Suárez - El catalán Joan Manuel Serrat ha revelado una enorme destreza para presentar, con matices y envoltorios diferentes, un repertorio que ya ha permeado en la cultura musical argentina: anteanoche encontró en el formato sinfónico y bajo los ornamentos propios de un concierto en el Teatro Colón, un nuevo y efectivo camino para ofrecer sus canciones, sencillas, bien escritas, mejor arregladas y resistentes al paso del tiempo.
El concierto de Serrat significó, además, la apertura del "Festival Únicos", que reúne artistas de diversa procedencia, desde el pulso pop a la música clásica, y organizado por fuera de los resortes institucionales del Colón; un cóctel que propulsó una serie de debates públicos sobre los criterios de alquiler del histórico coliseo, la transparencia de sus contratos, el control sobre las condiciones de sonido que están establecidas para cuidar la infraestructura del teatro y demás. Serrat, si se quiere también ajeno a la tradición lírica de la sala, también salió indemne de ese escarceo mediático.
Así, sin necesidad de atizar la propaganda publicitaria con controversias extramusicales, el cantor catalán agotó las localidades de la única función que tenía prevista y forzó para anteanoche a un adelantamiento del inicio del ciclo en el que presentó sus canciones en una suerte de interregno planificado a la gira que acaba de lanzar en Europa (Mediterráneo da capo) y que más bien marcha en un sentido instrumental diferente, más íntimo, de apariencia (sólo de apariencia) nostálgica, al presentado ahora al público argentino.
No se trató el de anteanoche, sin embargo, de un ejercicio inusual para Serrat, cuyas canciones han sido interpretadas por décadas bajo rítmicas, arreglos y ensambles disímiles, en algún caso, por el propio cantor. Tampoco fue su debut en el Colón ni su estreno en el formato sinfónico.
Pero es siempre digna de atención la suerte que corre la adaptación a ese esquema porque a menudo ese tránsito hacia el sinfonismo se realiza sin los necesarios ensayos o sin el adecuado entrenamiento en cada lenguaje: basta recordar, en esa línea, la participación del Quinteto Real, en 2016, junto a la Orquesta de West Eastern Divan, dirigida por Daniel Barenboim.
Aquella vez la orquesta interpretó cuatro arreglos sinfónicos —impecables en su traslación escrita— de Aquellos tangos camperos, A don Agustín Bardi, Guardia Vieja y A fuego lento. En todos, pero más sobre el golpe de los acordes desplegados de Guardia Vieja que sobre la polirritmia de A fuego lento con el resultado de una extraordinaria lejanía entre el toque del piano (a cargo de César Salgán, un especialista en el lenguaje) y modulaciones y la acentuación de la orquesta (con una aproximación primeriza a la partitura e impropia del estilo).
Claro que las canciones de Serrat, menos ancladas en un lenguaje territorial, allanan ese pasaje, que fue sostenido por un colectivo de músicos convocado para la ocasión entre integrantes de la Sinfónica Nacional, la Filarmónica y la Camerata Bariloche, todos bajo la dirección de Joan Albert Amargós, también responsable de los arreglos. Además, claro, con la presencia en el piano de Ricard Miralles, ladero histórico del cantor.
Se equivocó la paloma marcó la apertura de la noche y de un repertorio que por momentos enfatizó en trabajo que Serrat ha realizado con la obra de poetas como Antonio Machado o Miguel Hernández, flexibles para seleccionar el acompañamiento tímbrico.
Luego la secuencia prosiguió con Mi niñez, De cartón piedra, Benito, en una progresión que, en la medida que avanzaba, encontraba la voz del catalán más acomodada. Elena Roger aportó su voz para embellecer Es caprichoso el azar, mientras que Paraules d'amor, Fiesta o La saeta llevaron el concierto a su clímax.
En ese desenlace Serrat no pudo eludir Mediterráneo, emblema de aquel celebérrimo álbum de 1971 que, precisamente, es el que inaugura la nueva gira internacional que el catalán está por comenzar y que, naturalmente, tendrá una escala en Buenos Aires y América Latina.
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