Novedad discográfica
Pascuala Ilabaca reedita en Europa su disco dedicado a Violeta
Con motivo de su gira Europea que se iniciará mañana viernes 2 de marzo dentro del marco del Festival BarnaSants, la trovadora chilena Pascuala Ilabaca reedita su disco Pascuala canta a Violeta (Petit Indie 2012).
Con motivo de su gira Europea que se iniciará mañana viernes 2 de marzo dentro del marco del Festival BarnaSants, la trovadora chilena Pascuala Ilabaca reedita su disco Pascuala canta a Violeta (Petit Indie 2012).
Pascuala Ilabaca
© Xavier Pintanel
Cualquier maestro o pedagogo corroborará que antes de aprender a manejar una calculadora es imprescindible saber sumar mentalmente 5 más 6 o multiplicar 7 por 8 y que antes de atacar el teclado de una computadora hay que aprender a leer y practicar mucha caligrafía.
Hay que nacer desde abajo, desde las raíces, porque de lo contrario cualquier mal viento —vivimos tiempos tormentosos— puede llevarnos a su merced y terminar vapuleados, convertidos en chatarra o en juguetes rotos.
Violeta Parra es una de las raíces más profundas de la Trova. Es sumar con los dedos. Es el abc. Es la "p" con la "a", "pa". Es la caligrafía de la tierra.
Pascuala Ilabaca así lo debió entender —tan pulcra ella en sus asuntos—, y supongo que por eso decidió dedicarle su primer disco en solitario a cantar a Violeta.
La mayoría de grandes trovadores han cantado alguna a vez a Violeta. Algunos con una extraordinaria carga de sensibilidad y talento. Otros con menor fortuna. De todos ellos dos voces destacan por su pureza y por la interiorización que de las canciones de Violeta han hecho: Isabel Parra y Pascuala Ilabaca.
Si Isabel es la voz madura —hija, compañera profesional y, lógicamente, contemporánea de Violeta—, Pascuala es la juventud, la frescura, el descaro y la valentía.
Pascuala interpreta y asume cada sílaba, cada coma, cada acento de esta inmensa complejidad disfrazada de sencillez que impregna la obra de Violeta. Pascuala le levanta el disfraz de cordero a Violeta, mira fijamente a los ojos del lobo y luego se pone ella el disfraz.
Solo así se puede captar toda la ira del mundo condensada en Maldigo del alto cielo, transmitir la tristeza, el remordimiento y la contradicción en Verso por la niña muerta, gritar la rabia y la impotencia de La carta, hablar desesperadamente con Dios en Puerto Montt está temblando, acompañar a la machi en una ceremonia mapuche en El guillatún, empatizar la desesperación de un amor traicionado en El gavilán o en Pupila de águila o de uno correspondido en Teneme en tu corazón, contagiar la firmeza casi épica de Arriba quemando el sol, festejar con alegría los Parabienes al revés, cometer la travesura de convertir en tonos menores una estrofa de Casamiento de negros o en cueca la nada festiva historia de los mapuches en Arauco tiene una pena, o, finalmente, recuperar del olvido piezas casi desconocidas como la Anticueca Nº 1 y la Anticueca Nº 3.
Pascuala canta a Violeta nos confirma que hay mucha Violeta más allá de Gracias a la vida o de Volver a los diecisiete y que a Pascuala, después de asentar raíces tan profundas en la tierra, solo le resta crecer hacia las alturas.
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