Festival Mestiza Música de Buenos Aires 2015
Dulce Pontes y Lidia Borda embelesaron al público en la última noche mestiza
La portuguesa Dulce Pontes y la argentina Lidia Borda compartieron escenario anoche en el teatro Coliseo donde, por separado y unidas en una singular versión de Volver, deslumbraron con su talento y sus voces cautivantes, en una velada musical a la que sumaron magia Jaime Torres, León Gieco, Jairo y Amelita Baltar.
La portuguesa Dulce Pontes y la argentina Lidia Borda compartieron escenario anoche en el teatro Coliseo donde, por separado y unidas en una singular versión de Volver, deslumbraron con su talento y sus voces cautivantes, en una velada musical a la que sumaron magia Jaime Torres, León Gieco, Jairo y Amelita Baltar.
Dulce Pontes y Lidia Borda.
Télam - Contemporáneas y cada una con un sello propio, Lidia Borda y Dulce Pontes engalanaron la noche porteña en dos conciertos que fueron más allá del tango y del fado, para cerrar el festival Mestiza haciéndole honor a su nombre, al desplegar sus facetas más eclécticas. Si bien ambas tienen muchos puntos en común, fue en las diferencias en donde anoche radicó el encanto.
La voz aterciopelada, profunda y cercana de Lidia Borda dio vida a un repertorio variado en el que convivieron canciones de Atahualpa Yupanqui como El alazán con otras de Juan "Tata" Cedrón —entre las que se destacó una aguerrida versión de Arrabal salvaje—, y una trilogía gardeliana integrada por Lejana tierra mía, Volver y Cuando tú no estás.
Envuelta en un elegante vestido largo y negro, Borda se plantó en el escenario al frente de un afianzado y acústico cuarteto y sólo se dedicó a cantar, eligiendo a la música como único canal para llegar al público, que la ovacionó en cada pasaje del concierto y en muchas ocasiones hasta de pie.
Fiel a su incansable búsqueda estética y esquivando los moldes, la cantante abrió el juego al interpretar el bolero Llévame, la bella Crisantemo, de Luis Alberto Spinetta, una versión libre del clásico Grisel y el fado Extraña forma de vida.
Austera en su puesta y con un enorme aplomo interpretativo deslumbró a una audiencia receptiva, abriendo con el tango Alma en pena (Aieta-García Jiménez) y con cierre emocionante de la mano de Palabras sin importancia (Cedrón-Manzi).
Luego llegó al escenario Dulce Pontes, quien comenzó su recital sentada al piano y acompañada únicamente por un chelo eléctrico, interpretando un envolvente instrumental suyo, Nu, a la que le siguió una personal versión de La Bohème, una de las canciones más famosas de Charles Aznavour.
Con simpatía y desenfado, Pontes, dueña de una voz de otro mundo, se impuso en el escenario donde ya acompañada por su banda completa (sumó guitarra portuguesa, percusión y banjo) invitó a su colega Lidia Borda "a la que por ignorancia no conocía", dijo, para entonar a dos voces el clásico Volver, en uno de los momentos festejado por el público.
"Yo estoy alucinada, me hace mucha ilusión. Estos son encuentros de amor para guardar para siempre", expresó Pontes antes de presentar a "mi queridísimo, lindo que amo: Jaime Torres", quien desde su charango y con Goyo en la guitarra, le imprimió mística a la noche.
En complicidad interpretaron juntos el antiguo Fado de las horas y la vidala Barro y altura (del mismo Torres), elevada en la voz ancestral y sin límites de Pontes.
Su peculiar modo de moverse en el escenario, su pelo largo y un atuendo acorde a su personalidad extrovertida, hicieron que la cantante portuguesa —a la que en sus comienzos en los 90 la habían designado sucesora de Amália Rodrigues—, conquistara por completo al público argentino.
En esa línea internacional y mestiza, Pontes se dio el gusto de interpretar Balada para un loco junto a Amelita Baltar, Indio Toba con Jairo y el himno Solo le pido a Dios junto a León Gieco.
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