Novedad discográfica
Liliana Herrero: «Maldigo» en vivo como celebración de lo hondo
Liliana Herrero concretó anoche en el teatro porteño Coliseo mucho más que la presentación formal de su reciente décimo álbum solista Maldigo, ya que junto a unos fantásticos músicos consiguió plasmar el espíritu profundo, urgente, doloroso y bello que contiene ese repertorio y su puesta sonora.
Liliana Herrero concretó anoche en el teatro porteño Coliseo mucho más que la presentación formal de su reciente décimo álbum solista Maldigo, ya que junto a unos fantásticos músicos consiguió plasmar el espíritu profundo, urgente, doloroso y bello que contiene ese repertorio y su puesta sonora.
Lliliana Herrero presentó «Maldigo» en el teatro Coliseo de Buenos Aires.
© Seba Tornamira
Liliana Herrero con Raly Barrionuevo.
© Seba Tornamira
Télam/Sergio Arboleya - Ampliamente reconocida por sus dotes de recreadora de la canción popular, la entrerriana concretó desde Maldigo una obra conceptual que amalgamó sonidos e imágenes y ese espíritu integral logró salir a escena en un espectáculo de altísima intensidad estética.
Ladrillos a la vista de una escenografía amenazante, islas de lana, un diseño de luces climático y un sonido impecable para apreciar desde la furia al susurro, dieron marco a un cancionero que Herrero, con dotes de alquimista y una entrega descomunal, amalgamó para construir un discurso febril e inspirador.
Dueña de una voz que cada vez más desaprende aquello que se aconseja para asumir riesgos y desafíos, Liliana tomó el centro de la escena sobre una enorme silla anaranjada y comandó un camino sembrado de asuntos fundamentales que —también y más allá de posiciones partidarias— resuenan políticamente incorrectas.
Pero si ella se abismó a garganta desnuda, acechante o derrumbándose sobre el atril con las letras de cada obra, también lo hicieron sus compañeros del quinteto que integran Pedro Rossi en guitarras, Mario Gusso en percusión, Martín Pantyrer en vientos y Ariel Naón en bajo y contrabajo y al que se sumó la guitarra eléctrica de Lucio Balduini.
A ese elenco estable se agregaron varias participaciones de la fascinante marimba acariciada por el misionero Mauricio Bernal y la presencia del cantautor santiagueño Raly Barrionuevo.
A las 21.30 y después de que una sala que saludara con aplausos el arribo del titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), Martín Sabbatella, la velada comenzó visitando los aportes de dos jóvenes autores locales como el mendocino Fernando Barrientos (en Bagualín) y el rionegrino Tomás Aristimuño (en Marte).
La urbanidad de La garra del corazón (del siempre referencial uruguayo Fernando Cabrera) y la baguala desmesurada en que se transformó el Oye niño, de Miguel Abuelo, marcaron un pasaje altísimo de la velada que dedicó al "Cuchi Leguizamón, Juan Falú y Guillermo Klein".
Después de Run-Run se fue pa'l norte, de Violeta Parra, y anoticiada de la presencia del titular del AFSCA, expresó "vamos por más, Martín. Vamos por muchísimo más" y aunque los aplausos le ganaron al silencio, enseguida apuntó: "no quiero que nadie se sienta excluido. Si vamos por más es porque vamos a ir todos juntos por una verdadera transformación".
La continuidad musical llevó a la sala del Barrio Norte porteño a la blanca inmensidad santiagueña de El salitral, la imponente pieza de Carlos Marrodán, y una ovación saludó la llegada de Raly para aportar toda su dulce musicalidad al clásico Pastor de nubes y quedarse para compartir la versión de la anfitriona de su tema Niña fuego de la América sangrada, que compartieron en Rodar.
Otro cambio climático llegó a la hora de El mar, un brumoso relato del brasileño Dorival Caymmi, al que incluyó entre los que aportan "temas para mí claves de la historia musical de América Latina y que permiten que pueda cantar para pensar en mi propia vida y en esta patria amada".
Ese mismo instante íntimo y despojado, la dejó sola con las siete cuerdas de Rossi para asumir la Milonga para la muerte que se enlazó con la rítmica pero tristísima historia del Casamiento de negros, segunda gema de la chilena Violeta Parra presente en Maldigo, la placa que produjo artísticamente con Lisandro Aristimuño.
Una visita a La casa de al lado, otra belleza del montevideano Cabrera que fue tema de apertura de Igual a mi corazón, disco que Herrero publicó en 2008, prologó otro momento impactante gracias a Trabajo, quiero trabajo, de Atahualpa Yupanqui, y La diablera, de Antonio Nella Castro e Hilda Herrera.
Aunque el concepto de la noche había sido desplegado con sus matices más radicales, el pedido de la audiencia obligó a un par de bises que, presentados como "esto es folclore también", reunió a Charly García (con No soy un extraño, donde volvió Barrionuevo) y a Luis Alberto Spinetta (Bagualerita).
Esta intensa celebración de lo hondo y lo esencial que la vocalista reafirmó como horizonte estético e ideológico, continuará saliendo a escena en Río Cuarto (el 17), en Sala de las Américas de Córdoba (el 18) y en el teatro Municipal de Bahía Blanca (el 7 de noviembre).
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