Las luces y las sombras de la SGAE

Eduardo Bautista en la presentación del Balance de Gestión 2009 de la SGAE © Xavier Pintanel

Eduardo Bautista presentó ayer el Balance de Gestión 2009 de la SGAE en un año convulso donde la entidad es con frecuencia portada de periódicos y nunca para bien.

La rueda de prensa con el Sr. Presidente del Consejo de Dirección consistió en un mareo de cifras —lógico e inevitable en la presentación de un balance— y aún así no aburrió, porque la conversación con Teddy Bautista siempre es amena e inteligente y, para un periodista, muy productiva porque en cada frase hay un titular.

La SGAE —y Eduardo Bautista como su cabeza visible— está siempre en el ojo del huracán a causa de "una estrategia provocada" con "el objetivo de despojar a los autores de sus derechos y de su capacidad de negociación" aunque "nuestro trabajo no es defendernos, sino defender a nuestros artistas".

La luces

Existe en contra de la SGAE una campaña de desprestigio y demonización. Se habla mucho, se sacan las cosas de contexto, se ocultan detalles importantes y no siempre se dice la verdad.

Se nos hace ver a Teddy Bautista como una mezcla de Freddy Kruger y Mr. Scrooge, que se comerá a los niños que silben canciones sin pagar el impuesto revolucionario. Alguien que está esperando en el quicio de la puerta de tu negocio para cerrártelo si se te ocurre cantar mientras trabajas. Alguien que quiere arruinar tu boda o tu funeral.

Se nos quiere hacer ver el legítimo derecho del artista a ganarse la vida como el primer paso hacia un estado policial protofascista.

Queda muy progresista decir que nos encanta la música y que estamos al lado del artista, pero que como no toleramos a los que se quieren enriquecer a costa de él, lo mejor es no pagar nada a nadie.

"La cultura debería ser gratuita" claman las asociaciones de internautas —garantes de nuestra libertad— en un ejercicio de analfabeta demagogia; olvidando que lo que tendría que ser gratuito es el pan, la electricidad, la sanidad, la educación y los preservativos; que sí son cosas de primera necesidad y que sin embargo todos acabamos pagando, ya sea por la compra directa del producto o servicio o a través de nuestros impuestos.

¿Y cuántos artistas declaran ante luz y taquígrafos que no les importa que les pirateen y que qué maligno es el canon digital, pero al mínimo movimiento te envían una legión de abogados pagados con el maligno canon que no renuncian a cobrar?

Las sombras

Dicho esto, y dicho lo anterior, en la SGAE hay cosas que piden un cambio a gritos y, también en ambos casos, uno encuentra un encastillamiento de posiciones.

Yo soy muy raro, pero si a mí me dijeran —como ha aparecido recientemente en una encuesta— que la Sociedad que dirijo tiene más mala fama que Hacienda, el Ejército, o la Iglesia —no la que está con el pobre, sino la que entraba a Franco bajo palio en las iglesias y que legitimizó y participó en el régimen y sus atrocidades—, si a mí me dijeran esto, yo no podría dormir tranquilo.

Pero Eduardo Bautista —ya he dicho antes, maestro de la retórica y del "pelotas fuera"— dice que la culpa es de todos; que ellos sí tienen una pequeña parte de culpa "en no haber sabido comunicar suficientemente", pero el resto es de los demás. Que él no hace las leyes, que somos todos unos ignorantes, que en el resto de Europa esto no pasa y que "en 2009, la SGAE confirmó, un año más, su compromiso con la excelencia en la gestión".

Yo, que soy de ciencias y acostumbrado a los proyectos de ingeniería, sigo creyendo tercamente en el dos más dos igual a cuatro. Y precisamente porque en el resto de Europa, recaudando más dinero y con tarifas más elevadas no hay ningún problema; tiendo a creer que aquí alguien está haciendo algo mal. Y ese alguien me da que no soy yo. Ni usted, querido lector.

Cuando este servidor de ustedes le preguntaba el año pasado a Teddy Bautista sobre la mala fama de la SGAE en la presentación del Balance de Gestión 2008, éste respondió con un tajante "No estamos aquí para ser simpáticos sino eficientes".

Eduardo Bautista se equivoca cuando pretende desvincular la simpatía de la eficiencia. Simpatía, empatía, sentido común, cordura, responsabilidad social —y tantos otros— son conceptos intrínsecos a la eficiencia y tratar de desvincularlos es la línea recta que va de la eficacia a la incompetencia.

Si el trabajo de la SGAE es hacer de recaudador entonces son tremendamente eficientes. Pero si es —como insiste una y mil veces el Sr. Bautista— defender y representar al autor, entonces, se están equivocando. Lo están haciendo mal, muy mal. Tremendamente mal.

Como autor no me gustaría que un inspector de Hacienda, un General o un Obispo generaran más confianza y simpatía que yo. Y si esto es así es que se están perdiendo muchas cosas por el camino.