El diccionario propone una definición para el primer adjetivo del título: "orquesta formada por un número importante de músicos e instrumentos". No serán tantos —o sí— pero en cualquier caso en la crónica que comienza están, suenan o se recuerdan las voces, los sonidos y las imágenes de toda la gente que a lo largo de estos últimos 20 años construyeron, junto a nosotros, el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau.
A guitarra limpia, este imprescindible espacio que brinda el Centro Pablo de la Torriente Brau desde la habanera calle Murallas, cumple quince años. Se nos ocurren miles de razones para "seguir siguiendo" esta aventura, pero Víctor Casaus, fundador y director del Centro Pablo nos ofrece quince. Quince años, quince razones.
A guitarra limpia nació a finales de la década del 90 en el vacío que la crítica situación económica había provocado, también, para la nueva trova, para la canción pensante, doliente y amante. Los espacios que existían para compartir y difundir se fueron apagando, hasta prácticamente desaparecer. Los artistas que los frecuentaban, muchos de ellos jóvenes, se vieron –como otros sectores de la sociedad– ante dos alternativas: buscar fortuna en otros horizontes geográficos o tratar de afrontar los rigores de aquel áspero tiempo, entre los alumbrones del momento, sin perder la guitarra ni la esperanza.
Los dos conciertos más recientes realizados por Silvio y sus músicos en barrios populares y complejos de La Habana –Miraflores, en Boyeros, el viernes 8 de junio y Colón, en Centro Habana, el domingo 10– incluyeron la primera presentación de una muy joven intérprete, Malva Rodríguez González, que interpretó dos piezas al piano al inicio de la tarde, antes de que subiera al escenario el dúo Ondina, compuesto por la flautista Niurka González y la pianista María del Henar Navarro.
Las piezas interpretadas por el dúo y por la jovencísima pianista inicial –y también, sin dudas, esos comentarios didácticos de Niurka– reiteraron esa vocación integradora que han tenido estos conciertos donde ha habido espacio y tiempo para la canción trovadoresca como eje central seguramente, pero también para la mal llamada música culta (con la propia Niurka y otras/os intérpretes), el rock, la rumba, la canción en general… Entre los muchos artistas invitados por Silvio para realizar el inicio de cada concierto han estado creadores como Omara Portuondo, Santiago Feliú, Frank Fernández, Polito Ibáñez, Los papines, conformando ya una lista extensa e intensa que es, a su vez, un inventario de maravillas diversas.
La iniciativa de Silvio ronda la treintena de conciertos llevados a los barrios más complejos, menos favorecidos de La Habana, desde finales del año 2010. Los dos más recientes —el viernes y el domingo pasados— tuvieron como escenario los paisajes cotidianos de Moro-Portocarrero en Mantilla y de Pocitos-Palmar en Marianao.
Creo que esa magia terrenal y cotidiana viene desde la raíz de esta idea y la transita a lo largo de los meses, hasta llegar a esos rostros que observan los trajines preparatorios del concierto, la instalación de la tarima y de las luces, las pruebas del sonido en los altavoces a los lados de la calle.
Por una parte, en primer término, debo dedicarlo y compartirlo con María Santucho, con quien hemos fundando en estos años A guitarra limpia y otros espacios del Centro Pablo de la Torriente Brau que han sido el eje del activismo cultural que este premio reconoce: la nueva trova, el arte digital, el diseño gráfico, la producción editorial, las nuevas tecnologías, la memoria...
Tengo entonces aquí, además de esa riqueza insustituible de la experiencia y la memoria compartidas, los comentarios que escribió el trovador sobre las canciones del disco, mis propias notas nacidas de las ideas que proponen los textos/los poemas de esas canciones y el eco de la pre-audición hecha, hace algunas semanas, en la pequeña cabina de sonido de Ojalá, junto al amigo Joaquín Borges-Triana, con la compañía amable de Olimpia y Ana Lourdes, cuando la Segunda cita sonó por primera vez para nosotros, proponiendo laberintos desde su compleja sencillez, avizorando alegrías desde su óptica a veces grave, intuyendo amor desde una ética que va de cita en cita, como la vida misma, construyéndonos —ad astra per aspera— interminables.
Giovanna Marini, una figura histórica del canto popular italiano, falleció a los 87 años tras una breve enfermedad. Su dedicación a la música y la tradición oral ha dejado una profunda huella en varias generaciones de músicos y oyentes. Ella recogió y popularizó la canción Bella Ciao.
El trovador cubano Silvio Rodríguez ha anunciado la publicación para este próximo mes de junio de su nuevo álbum Quería saber con canciones "del siglo XXI menos una".
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