Portada > Opinión (Órden cronológico inverso)
En cuanto sus huevos eclosionan, las tortugas marinas salen a la superficie de la playa y se dirigen por un extraño instinto hacia el mar. Saben que si se ponen a caminar hacia el interior serán devoradas por los alcatraces y por otros depredadores. El mar no es garantía de una vida longeva para la tortuga, también ahí están las fauces de los grandes peces, pero en los genes de esos quelonios debe estar impresa una ruta de la huída y de la supervivencia.
Los catalanes también tenemos impresa esta extraña ruta jamás escrita.
Si algo tengo claro en lo que se refiere a canción de autor es que, en general, los artistas no están suficientemente valorados. Muy pocos pueden disfrutar de lo que llaman “gran popularidad”, si entendemos estas palabras como el reconocimiento por parte de un público masivo. Pero el valor de un cantautor no se puede medir como los programas de televisión, por el índice de audiencia.
Hace unos días apareció en la prensa una noticia sobre la publicación de un disco homenaje a Noel Nicola, cantautor cubano, fundador de la “Nueva Trova” junto a Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.
En el ranking de los guapos siempre sale, incomprensiblemente, Joaquín Sabina. Digo incomprensiblemente porque Joaquín es un feo de manual, trabajado en los rincones arrastrados de las juergas y las noches. Sin embargo, ejerce una gran seducción entre la mayoría de féminas, y hablo de atracción en el sentido más terrenal del término. Tiene lo que diríamos morbo, palabra indefinible que, sin embargo, genera efluvios de todo tipo en la fábrica hormonal. No conozco ninguna mujer, entre las que me encuentro, que no considere a Sabina un tipo muy atractivo, con el que perderse en alguna barra de bar.
Desde los antiguos griegos se llama acrópolis a la ciudad alta, ese lugar que está cerca de los dioses y del espíritu. Montjuïc es ahora, despojado de los vestigios militares, una verdadera acrópolis del arte y del recuerdo. Muertos y vivos se encuentran allí para ofrecer lo mejor de cada uno. A la acrópolis se debe subir a pie, con esa penitencia casi genuflexa de quien sabe que va a experimentar una revelación. Serrat y Sabina nos invitaban en el Sant Jordi a una comunión con la vida del país real. Y así, miles de gentes vieron que las escaleras mecánicas municipales funcionaban.
Han pasado ya más de seis meses desde aquel último e inolvidable concierto de Lluís LLach en Verges, su pueblo. Desde que anunciara su retirada, muchos fueron los homenajes y recuerdos que le hicieron/hicimos. Pero al final, se fue.
Tras los momentos iniciales, poco a poco se ha ido apoderando de mí la melancolía, la sensación de soledad. Nunca podré olvidar que fue tras escuchar un disco de Lluís Llach, siendo todavía casi un niño, cuando decidí agarrar una guitarra y empezar a hacer canciones.
Cuando me dijiste que tú no escuchabas ninguna canción que no estuviera escrita en tu lengua me dejaste ciertamente sorprendido. Yo te lo respeto, pero no te entiendo. Es como si me dijeras que sólo follas los días impares con mujeres de edad múltiplo de tres. Te lo respeto pero eres un poco burro. Siendo trovador como eres ¿cómo te puedes permitir no escuchar a
Brel, a
Conte, a
Afonso? ¿Cómo puedes renunciar así de un plumazo a toda la música que se está haciendo en Europa, en Turquía, en esa África emergente e insurgente? ¿Como puedes renunciar con tanta simpleza a
Llach, a
Raimon, a la mitad de
Serrat —y según los expertos la mitad mejor, si Serrat tiene mitades menos mejores?
Y cómo puedes, gilipollas, renunciar voluntariamente a escuchar a la Bonet.
por Miquel Colomer 03/09/2007
Hay personas a las cuales nunca les han emocionado las palabras, nunca les ha emocionado la audición de ninguna melodía. Y así van arrastrando su prepotencia. Y me viene a la memoria la figura del capitán Gerd Wiesler (Ulrich Mühe), uno de los protagonistas de la impresionante película "Das leben der anderen" ("La vida de los otros"). Quien la haya visto y la recuerde seguro que admitirá que el momento clave de la historia se produce cuando Wiesler, cumpliendo exactamente su obligación como miembro de la Stasi, escucha las palabras del dramaturgo Dreyman (Sebastian Koch) y de fondo la melodía de la "Sonata del buen hombre" y le cae una lágrima, la lágrima liberadora.
Ir a Zaragoza es la quintaesencia del ferrocarril. Incluso la palabra ferrocarril es excesiva para definir lo que se siente a bordo de un Alvia, que es para entendernos como lo que va a ser el AVE* pero a cámara lenta si se considera un trayecto lento, dos horas y media entre Barcelona y Zaragoza. Poco después de Roda de Berà el tren penetra en territorio AVE, los ejes se encogen y se experimenta la contradicción entre velocidad y silencio. En el exterior, la tranquilidad romana de los algarrobos. En el interior, la somnolencia del madrugador y el murmullo de pedir un café en voz baja.
Digamos que es un día de verano. Digamos que es un martes o un jueves, en cualquier caso uno de esos días que le quitan la razón a los días laborables.
Digamos que ella sale de su casa con esa blusa que muestra más de lo que oculta y propone más de lo que muestra, una falda más corta que la dicha del pobre y unas piernas tan largas como los dedos de Dios.
Digamos que sus dos nalgas se balancean desinhibidas al ritmo de 2/2 siguiendo el paso de sus pies: "biiim baaam, biiim baaam".
Digamos que sus pechos son como la gelatina de durazno y que la blusa que muestra más de lo que oculta deja marcados dos pezones que son como los ojos del Che en la fotografía de Korda, que no se sabe si miran al cielo o al infinito.
Hay que decir que bajo la dictadura de Franco se escribieron, editaron y cantaron las canciones más revolucionarias que se han escrito, editado y cantado nunca en Cataluña. En democracia no se escribieron de más bestias, y
Lluís Llach, por ejemplo, pasó de escribir "
La Gallineta", "
Campanades a Morts" o "
Abril 74" con Franco a escribir "
Insubmís" con Felipe González, que de ninguna manera se puede comparar con las tres anteriores ni en intensidad ni en belleza, y a escribir incluso "
Neofatxes globals" con Aznar, que directamente es una mierda.