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Insinúa mi buen amigo
Fran Espinosa en el tercer capítulo de este largo culebrón sobre corridas y trovadores que en CANCIONEROS.COM se selecciona a los trovadores en función de su lugar de nacimiento. El amigo Espinosa intenta hacerme entrar en un jardín donde no pienso poner los pies. Sus insinuaciones son autocontestadas con la suficiente contundencia tan sólo observando la nómina en el apartado
cancioneros y añadiendo los que están en construcción.
De haber nacido en Úbeda…..
De haber nacido en Úbeda (Jaén), ¿habría sido Serrat apoyado por Xavier Pintanel, director de esta página como ha sido Serrat?.
De haber nacido en Úbeda (Jaén), ¿habría sido tratado Serrat con guante blanco por los medios de comunicación catalanes?.
Tengo un par de mangantes ya preparados, trabajando en la falsificación de mi partida de nacimiento, sustituyendo donde dice que nací en Madrid, en el barrio de Chamberí, por otra donde dice que nací en Barcelona, para ver si puedo colarme entre “ los grandes” en cancioneros.com”.
Quizás porque nací en un país donde
Francisco Franco era el
Caudillo por la gracia de Dios, siempre he sido muy crítico con los dioses. Y es quizás por eso que me gusta ver equivocarse a estas personas que con frecuencia uno tiende a sentarlos a la derecha —o a la izquierda según se mire— de Nuestro Señor. Eso los hace más humanos y menos divinos. Más falibles y, por lo tanto, mucho más cercanos a mí y a la gente que quiero.
Creo sincera y humildemente que Serrat —muy poco dado a equivocarse— no debió pasearse por La Monumental de Barcelona, en tendido cero y con sombrero Panamá de la mejor manufactura ecuatoriana, dando el cante con gente de malvivir, conociendo como conoce la trascendencia pública de sus acciones.
Leo con agradable sorpresa el email que ha mandado mi amigo Joan Carles al foro de Internet en el que ambos “militamos”. Nos habla del enfado que tiene al haberse enterado que Joaquín Sabina y Joan Manuel Serrat estuvieron el pasado domingo en la corrida de toros celebrada en Barcelona. Si, me habéis leído bien, digo “agradable sorpresa”, ya que es enternecedor que mi amigo, que ya no es un niño, se escandalice de determinadas actitudes de nuestros eternos cantautores.
El otro día, para mi sorpresa, el compañero de
"El Periódico" Jordi Català me recordó que la primera vez que compré un libro con mi dinero fue uno de
Álvaro Cunqueiro titulado
Las crónicas del sochantre y publicado por Destino. Por aquel entonces yo debía tener 15 años y todavía lo releo de vez en cuando. ¿Cómo sabía ese pequeño detalle de mi vida el amigo
Jordi Català? Lo ignoro.
A menudo, amigos que en su mayoría vienen de otros países de América me preguntan:
—¿Y tú vives de la música?
—¿Yo?, ¿crees que si viviera de la música podría tener este aspecto tan lustroso?
Pues no, efectivamente, en España vivir de la música es casi un imposible, una quimera.
Si les parece, echemos cuentas. Un cantautor cualquiera, además de tener pocos sitios donde tocar, los sitios suelen pagar bastante poco.
El folclor está de luto
se ha ido Violeta Parra
se han callado las guitarras
fue a cantar a Dios con gusto
en mi canto los ilustro
de lo que fue la Violeta
de la diana a la retreta
buscó donde nadie halló
ella el folclor escribió
en décimas y cuartetas.
En San Carlos tú naciste
hija de don Nicanor
Parra era profesor
tercera hija tú fuiste
a tu madre la quisiste
le ayudabas a cocer
y supiste comprender
a tus hermanos menores
y le diste los mejores
consejos de gran saber.
Pocas personas han influido tanto, para bien o para mal, en la carrera de Serrat como José María Lasso de la Vega. Este personaje—para no entrar en responsabilidades judiciales digamos que si coincidiera con él en un naufragio estaría más pendiente de él que del barco—, este personaje decía, fue el responsable de algunos de los más sonados éxitos y también de los mayores errores del trovador catalán.
Lasso de la Vega fue, por ejemplo, quien propició esta unión contra natura entre Serrat y Augusto Algueró que dio como resultado la canción Penélope.
Cuando somos jóvenes y conocemos a alguien, una de las primeras cosas que hacemos es explicarnos mutuamente la vida. Cuando ya somos mayores y volvemos a conocer a alguien, quizás la única cosa que ya no hacemos es precisamente explicarnos mutuamente la vida, cuando menos con las palabras. La vida, después de muchas vidas, no se puede explicar. La encontramos en las caricias y en la piel, la encontramos cuando recitamos los mismos poemas o cuando recordamos aquella misma calle de una ciudad extranjera. A partir de una cierta edad la vida ya no se lee en los diarios íntimos sino en el gesto de doblar la servilleta en la mesa o en la manera de hacerme un beso cuando salimos de casa o cuando nos vamos.
Tengo un amigo y hermano que me quiere bien y bien lo quiero que me dice que no sea tan rudo con los genios. A los genios —hijos bastardos de dios, pero hijos de dios al fin y al cabo— se les debe tolerar casi todo.
Pero el mundo de la Trova —como todos los mundos— está lleno de claroscuros. Y es cierto que a la Trova se le exige mucho más que a otras artes musicales. Si, por ejemplo, un trovador hubiera editado un disco con el nombre We're only in it for the money (Estamos en esto sólo por la plata) como hizo Frank Zappa en 1968 o hubiera bautizado su gira como The Filthy Lucre Tour (La gira del lucro obsceno) como hicieron los Sex Pistols el 1996, más de un trovadicto se hubiera cortado las venas.